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La actitud de nuestro maestro el Rav Kuk hacia las demás religiones

SHOFTIM 5784

La actitud de nuestro maestro el Rav Kuk hacia las demás religiones

En toda religión se encuentra una chispa divina de moralidad que es aquella que la vivifica. @ También según la cosmovisión pagana, por encima de los dioses se encuentran los valores de la verdad y el bien. @ Es preceptivo para nosotros alejarnos de cualquier vestigio de idolatría con toda la entrega personal que nos sea posible. @ Gracias a los rituales paganos que se llevaban a cabo en los templos y en las casas, numerosos seres humanos, en cierto grado, se abstuvieron de hacer el mal. @ El sueño es que cada religión se limpie de sus defectos y manifieste su modo singular de servir a D’s e incrementar la bendición en el mundo.

Numerosas personas emplazaron en sus casas estatuas de madera y piedra con fe en que estas traerían bendición a sus hogares, y cuando su inclinación al mal se exacerbaba y deseaban asesinar, cometer adulterio o robar, se refrenaban de hacerlo pensando que la estatua los estaba viendo con gran enojo y estaba a punto de castigarlos. Así, gracias a los rituales que se llevaban a cabo en los templos y en las casas, numerosos seres humanos, en cierto grado, se abstuvieron de hacer el mal.

Con motivo del aniversario del fallecimiento de nuestro maestro el Rav Abraham Ytzjak HaCohen Kuk, de bendita memoria, que tiene lugar el día tres de Elul (este viernes), he de resumir someramente sus conceptos sobre la actitud correcta que debemos tener hacia las diferentes religiones.

La chispa de divinidad que anida en las religiones paganas

Nuestro maestro, el Rav Kuk, escribió que al analizar las diferentes religiones debemos saber que el mundo se conduce de acuerdo con la Divina Providencia con el objetivo de elevar a los seres humanos hacia su dichoso grado final. “Por ello, hemos de saber que mientras siga habiendo idolatría en el mundo, esta sirve a un propósito”. Ello es así porque mientras que el pensamiento de las personas sea material estas no pueden recibir instrucción en el servicio de un D’s Único y abstracto, y precisan de su fe palpable en los ídolos, la cual les brinda reglas generales de conducta ética y moral. Ello es así en virtud de que en toda religión se encuentra una chispa divina de moralidad que la vivifica y por efecto de la cual fija las reglas de lo que está bien y lo que está mal. De ese modo, la humanidad puede avanzar gradualmente hacia la fe en la Unicidad de HaShem y en Su guía para una vida moral (Linvujei Hador 8:14:1).

Esto es, también de acuerdo con la visión pagana, por encima de las deidades que expresan la totalidad de las fuerzas que se manifiestan en el mundo, se encuentran los valores de la verdad y el bien. Así, vemos que, en todos los mitos paganos antiguos, si bien los dioses poseen un gran poder, este es limitado, y también estos están sometidos a los designios del destino. Por encima de ello, sus acciones también influyen sobre su propio destino, de modo tal que una deidad que sobrepase un límite determinado y peque por un deseo exacerbado, un orgullo excesivo o una falta de consideración extrema hacia los demás dioses, será castigada por fuerzas superiores y más poderosas que ella. Estas fuerzas superiores expresan un orden moral más elevado y en ellas se encuentra escondida la fe en HaShem como la Fuente de la vida y el bien. Tal como fue dicho (Malají-Malaquías 1:11): “Pues desde que sale el sol hasta su ocaso, magno es Mi Nombre entre los pueblos, y en todo lugar se quema incienso y se ofrece una ofrenda pura a Mi Nombre. Pues Mi Nombre es magno entre los pueblos. Ha dicho HaShem Tsevakot (D’s de las Huestes Celestiales)”. Nuestros sabios explicaron que todos los idólatras invocan a HaShem, “el D’s de los dioses” (Tratado de Menajot 110(A)).

La fe profunda en un D’s Supremo

Esto significa, que también en tiempos en los que la percepción humana era muy burda y casi no había en el mundo ser humano que no creyera que los dioses gobiernan las diferentes fuerzas y por ende convenía servirlos para recibir su ayuda, en la profundidad de los corazones de las personas, anidaba la fe en el “D’s Supremo”, la fuente de la verdad y la moral. Sin embargo, la gran mayoría de los hombres no encontraban en ello significado alguno, y hubo quienes se superaron dirigiendo sus plegarias al “Dios de los dioses”, y a estos se los consideraba como a quienes rendían un culto pagano por asociación (shituf – esto es, que creían a la vez en D’s y en otras fuerzas, N. de T.).

Entre estas personas, hubo unas pocas individualidades destacadas que profundizaron en el origen de su fe y dirigían la parte principal de sus oraciones al “Dios de los dioses”, con gran entrega y sacrificio mejoraron su conducta, y en medio de la oscuridad de las religiones paganas, se esforzaron de gran manera por reforzar los valores de la verdad y el bien en el seno del corazón de los hombres. Los más excelsos de entre estos gentiles llegaron a alcanzar el grado de “espíritu de santidad” (ruaj hakodesh – grado inmediatamente inferior al de la profecía, N. de T.), tal como lo expresa el Taná Debei Eliahu: “Pongo por testigos sobre mí al cielo y a la tierra que tanto un hombre como una mujer, un siervo o una sierva, un gentil o un hijo de Israel, sobre todos puede descansar el espíritu de santidad dependiendo ello únicamente del tenor de sus acciones” (cap. 9). Por medio del espíritu de santidad que reposaba sobre ellos pudieron profundizar su fe en la Fuente de la vida, y si bien no eliminaron la idolatría, dentro del marco de esta, establecieron tanto leyes como prácticas buenas y benéficas. Sobre ellos, dijo Rabí Meir: “Incluso un gentil, si estudia Torá, se asemeja a un Sumo Sacerdote”, tal como fue dicho: “Observaréis Mis leyes y Mis mandamientos, los cuales habrá de cumplir la persona, para que viva con ellos. Yo soy HaShem” (Vaikrá-Levítico 18:5), no fue dicho ‘cohen’ o ‘leví’ que cumpla los mandamientos sino ‘persona’”. En la Guemará se explicó que la Torá que estudian los gentiles se dedica a la profundización en los siete preceptos de Noaj, los cuales contienen los fundamentos de la fe y la moral (Tratado de Sanedrín 59(A)). El Rav Kuk agregó que parecería que los líderes de las religiones recibieron ayuda celestial que les permitió obrar prodigios ante quienes los escuchaban para que estos acepten una religión que promovía un avance en la condición moral humana (Linvujei Hador 14:46:52).

La actitud hacia las religiones paganas

El Rav Kuk escribió: “En el seno del corazón y del alma debe anidar el amor a todos los seres humanos, a cada persona singular y a la totalidad de las naciones”. Y todas las expresiones de odio hacia los gentiles se refieren únicamente “a la maldad y la impureza que existen en el mundo”. Este amor debe mantenerse “a pesar de todos los cambios que se operan en las ideas, las religiones y las creencias, y a pesar de todas las divisiones existentes entre las diversas razas y climas. Es correcto profundizar en el pensamiento de las diferentes naciones y grupos, aprender lo más que se pueda sobre su carácter y sus cualidades, a los efectos de saber cómo sustentar el amor por la humanidad sobre fundamentos cercanos al ámbito de la acción”. Dado que la religión es un componente central en el mundo espiritual y material de las naciones, resulta claro que el Rav Kuk se refiere a los diferentes credos. En virtud de ello, el pueblo de Israel podrá concretar su misión, que es la de traer al mundo la palabra de HaShem y Su bendición (Midot Reaiá, Ahavat HaShem 10).

El repudio a la idolatría

Sin embargo, la Torá prohibió al pueblo de Israel manifestar cualquier tipo de tolerancia hacia la idolatría a los efectos de que este pudiera desempeñar su rol singular. Por ello, nos ordenó realizar cualquier esfuerzo necesario en aras de alejarnos de cualquier vestigio de paganismo y tenemos el deber de destruir todo aquello que alguna vez hubiera pertenecido a una deidad al tiempo que se nos prohíbe obtener de ello beneficio alguno. Además, a los efectos de evitar que los judíos se vean arrastrados hacia la idolatría, es preciso señalar la bajeza implícita en el culto a los ídolos y humillar a quienes lo practican “en la medida necesaria para despertar en nuestras almas el apreció por el bien, la heredad y la santidad que hizo sobrevenir sobre nosotros HaShem al separarnos de los extraviados, entregarnos Su Torá verdadera y plantar en nuestro interior la vida del Mundo Venidero… y según nuestros valores, los idólatras están errados”.

Las distintas religiones son importantes para la generalidad de la humanidad

De todas maneras, es preciso saber que, de acuerdo con la elevación del alma de los miembros de las demás naciones, es probable que al ser fieles a su credo pagano se “comporten como deben” (Linvujei Hador 14:1), porque en cada religión del mundo anida una chispa de luz divina que se manifiesta “en los distintos sistemas educativos dables a encontrar en la cultura humana, los cuales están destinados a corregir el espíritu y la materia, lo pasajero y lo permanente, el individuo y la sociedad” (Orot Zar’onim 6).

Por lo tanto, también en lo que respecta a la más baja de las religiones paganas “no se debe decidir que toda ella es un error” pues quizás en el pasado le resultó adecuada a una nación en particular y le sirvió para elevarse un poco. Y entre las distintas religiones hay niveles, algunas son mejores “en su moralidad, en el cultivo de las virtudes, y por ende, sus leyes y sus formas de culto no resultan tan abominables ni tan llenas de aversión como otras” (Linvujei Hador 14:1, también en 39:1; Rishón Leiafo 91:1).

¿Corresponde que los miembros de las naciones gentiles persistan en sus religiones idólatras?

Aparentemente, a raíz de la gravedad de la prohibición de la idolatría, correspondería decir que todo gentil debe abandonar de inmediato su credo idólatra. Sin embargo, el Rav Kuk escribió que en la práctica, ello no era correcto ya que las individualidades destacadas entre las naciones del mundo que sabían que HaShem era el “D’s de los dioses” y el origen de todas las fuerzas tampoco eliminaron el culto pagano porque sabían que la fe en un D’s Único y abstracto es demasiado elevada, y si esta no ha de recaer sobre fuerzas perceptibles a las que se denomina “deidades” y si no es reforzada por medio de rituales, no se podrán afianzar en la sociedad valores morales que eleven a los pueblos y a las religiones.

Así, por ejemplo, numerosas personas emplazaron en sus casas estatuas de madera y piedra con fe en que estas traerían bendición a sus hogares, y cuando su inclinación al mal se exacerbaba y deseaban asesinar, cometer adulterio o robar, se refrenaban de hacerlo pensando que la estatua los estaba viendo con gran enojo y estaba a punto de castigarlos. Así, gracias que se llevaban a cabo rituales en los templos y en las casas, numerosos seres humanos, en cierto grado, se abstuvieron de hacer el mal. Si les hubiésemos exigido renegar de sus deidades antes de estar adecuadamente preparados para ello, habrían perdido su nivel de moralidad y ello habría devenido en un empeoramiento de su conducta. Por su parte, si han a continuar observando las leyes de sus religiones, podrán superarse gradualmente hasta lograr ascender a la virtud verdadera de la fe que es aquella que proviene de la luz de Israel.

Por ello, el valor de su religión se mide de acuerdo con el nivel moral de sus fieles. A la distancia, podemos reconocerlos y respetarlos por estarse acercando a la luz de HaShem a su manera, y podemos pensar que al mantener las tradiciones de sus ancestros y las costumbres que les instituyeron los ancianos de su nación proceden correctamente en conformidad con su deber” (Linvujei Hador 14:1, Rishón Leiafo 91:1). Este es el motivo profundo por el cual está prohibido enseñar Torá a un gentil (Tratado de Sanedrín 59(A), Linvujei Hador 14:1, Ygrot Hareaiá 89, Adar Haiakar pág. 33).

La superación de las religiones

El objetivo final es que cada religión se eleve gradualmente hacia una fe más abstracta y moral. Ello es así porque “en la oscuridad de la idolatría podrán encontrarse individualidades poseedoras de un corazón puro que deseen hablar con sus naciones para que estas corrijan su camino, y a sabiendas de que la luz divina pura y verdadera es demasiado elevada para su capacidad, guiarán a sus pueblos de acuerdo con el nivel en el que estos se encuentran por medio de normas buenas y prácticas que los lleven a un mayor nivel de completitud en el futuro” (Linvujei Hador 14:1), hasta que con el correr del tiempo encuentren maneras de explicar sus religiones de un modo más profundo y abstracto, eliminen todos sus vestigios de materialidad grosera y eleven las almas hacia una fe y una moral superiores (Linvujei Hador 46).

Una visión a futuro

Dado que todas las religiones pueden superarse y mejorar, no aspiramos a que todas las naciones y todos los credos sean eliminados, ya que cada denominación religiosa posee un matiz singular que expresa la particularidad del carácter del pueblo en el seno del cual fue acuñada. Por lo tanto, la idea es que cada nación se limpie de todos sus defectos y revele su forma particular de servir a D’s e incrementar la bendición en el mundo. Tal como fue dicho: “Y quitaré la sangre de su boca”, el asesinato, el robo y los demás vicios morales que tienen lugar entre le hombre y su prójimo, “y sus abominaciones de entre sus dientes”, los resquicios de idolatría, y entonces “él también quedará para nuestro D’s”, incrementará la bendición en el mundo (Zejariá-Zacarías 9:7). Tal como fue dicho: “Pues entonces haré que todas las naciones hablen un lenguaje claro de modo tal que todos invoquen el Nombre de HaShem para servirlo con unidad” (Tzfaniá-Sofonías 3:9).

Junto con el apego especial de cada pueblo por su religión, toda la humanidad se verá unida por medio del vínculo de todas las naciones con Israel y su centro en Jerusalém, tal como fue dicho: “Pues Mi morada será casa de oración para todas las naciones” (Yshaiahu-Isaías 56:7). “Y será en el final de los días que el Monte de la Casa de HaShem será confirmado como la cabeza de todas las montañas y se elevará por sobre las colinas y fluirán a él numerosas naciones. Y muchos pueblos dirán: ‘Vayamos, ascendamos al Monte de HaShem a la Morada del D’s de Ya’akov para que nos instruyan en Sus caminos y nos conduzcamos por Sus sendas, pues la Torá saldrá de Sion y la palabra de Hashem de Jerusalém. Y juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos, y transformarán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces, ninguna nación alzará la espada contra otra ni aprenderán más el arte de la guerra” (ídem 2:2-4).

 

 

 

 

 

 

 

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