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SHELAJ LEJÁ 2024

La reparación del pecado de los espías

El arribo a una paz estable será posible solamente si el Estado de Israel ha de dejar en claro que una vez que gane la guerra procederá a modificar el trazado de las fronteras. @No podremos obtener la paz ni la prosperidad por medio de la firma de tratados. @El retorno al ideal de la redención y el poblamiento de la tierra de Israel son la mejor manera de alcanzar la seguridad y la paz. @En una primera instancia, es preciso conquistar la Franja de Gaza e imponer en esta un gobierno militar israelí pleno. @Esta debe ser también la política a aplicar en Judea y en Samaria: extender la soberanía israelí sobre todos los poblados judíos y todas las áreas no habitadas.

Para que el Estado de Israel pueda aplicar la política adecuada, es preciso convencer a la gran mayoría del público. Mientras tanto, debemos continuar luchando en el frente en defensa de nuestro pueblo y nuestro país y dedicarnos con mayor intensidad a la labor pública y educativa.

El pueblo de Israel enfrenta dos grandes desafíos a concretar desde el inicio de su existencia y hasta nuestros días: por una parte, lograr el apego a un solo D’s, y por la otra, alcanzar Su completa manifestación en la tierra. Como contraparte, sus dos mayores traspiés fueron los pecados del becerro de oro y el de los espías. Cuando completemos la concreción de estos dos objetivos, alcanzaremos la completa redención. Resulta oportuno que en este Shabat nos ocupemos de continuar con la reparación del pecado de los espías.

Asimetría

 El problema de difícil solución que enfrentamos es la asimetría existente entre nosotros y los enemigos que nos rodean. Si los musulmanes vencieran, D’s no lo permita, destruirían el país, asesinarían a multitudes y someterían duramente a los demás. Si nosotros nos hemos de alzar con la victoria, aspiraremos a alcanzar un acuerdo de paz con ellos. En este estado de cosas, la continuación de la guerra está asegurada, ya que a ellos siempre les convendrá combatir, pues, aunque pierdan, no los vamos a someter, no eliminaremos su existencia como entidad política, no los vamos a expulsar, no les impondremos nuestra postura ni nuestros valores. Y en caso de que ellos venzan, podrán concretar la totalidad de sus deseos asesinos.

La única posibilidad de corregir esta asimetría y alcanzar una paz estable es que el Estado de Israel avise que en caso de ganar la guerra cambiará el régimen político de su enemigo, modificará el trazado de los límites en su favor, y en la medida de lo necesario, continuará imponiendo su postura por la fuerza de las armas. Así en lo referente a Judea y Samaria, la Franja de Gaza y el sur del Líbano, y en caso de resultar necesario, en todo el Líbano. Esto no se haría de una vez sino paulatinamente, pero es preciso declarar que ese es nuestro objetivo.

El problema

El problema radica en que la mayor parte del publico judío mantiene aun la esperanza de que podrá alcanzar un acuerdo de paz con el enemigo. Además, muchos consideran que no es moral que el Estado de Israel domine a una población hostil. Estos dos motivos condujeron a que hasta la fecha ni el ejército ni el gobierno tengan un plan de cómo doblegar al enemigo y preservar los frutos de la victoria.

Sin embargo, en la práctica, no hay alternativa. No podremos obtener ni paz ni prosperidad por medio de la firma de acuerdos. Desde el punto de vista moral, tampoco resulta ético firmar acuerdos con enemigos sanguinarios. No lo es para con nosotros ni para con muchos de los árabes que están dispuestos a vivir en paz con nosotros, pero que en virtud de los acuerdos que firmamos con los líderes terroristas, se volvieron siervos indefensos a la merced de gobernantes crueles.

Aprender de la experiencia internacional

En la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos libraron una guerra total contra el Japón. Le tiraron dos bombas atómicas, al grado que los japoneses entendieron que de continuar combatiendo, su país resultaría destruido y su población exterminada. Cuando lo comprendieron, se rindieron sin poner condiciones. Entonces, los Estados Unidos le exigieron a Japón que eliminara el régimen anterior, le exigieron la promulgación de una constitución democrática, y le impusieron cumplirla por la fuerza de las armas, y hasta el día de hoy, hay soldados norteamericanos apostados en bases que se encuentran sobre suelo japonés para hacer cumplir los acuerdos de la rendición. Desde entonces, ambos países son buenos amigos. Esto y más, desde entonces, el Japón pasó por un proceso de florecimiento económico y social que lo convirtió en uno de los principales países del mundo. De esa manera, es posible cambiar de raíz posturas ideológicas y axiológicas y alcanzar una paz estable por generaciones, para beneficio de ambos bandos.

Hay más ejemplos de pueblos que doblegaron a un enemigo derrotado y se conformaron con no permitirles volver a fortalecerse militarmente, como en el caso de los países de Europa Oriental que se rindieron ante la Unión Soviética. Este método resultó menos exitoso porque no le otorgó a los vencidos un horizonte de crecimiento. Por ello, la Unión Soviética, durante toda su existencia, se vio en la necesidad de imponer su postura por la fuerza, y al disolverse como entidad política el antiguo rencor volvió a florecer.

Es posible derrotar al enemigo

Cuando la gran mayoría del público entienda que debemos conquistar todos los territorios en los cuales el enemigo se estableció y dominarlos para siempre, veremos que ello es posible, y que a la vez, es menos duro que mantener un conflicto sin definición. Entonces, resultará que el retorno al ideal de la redención y del poblamiento de la tierra de Israel es también la mejor manera de alcanzar la seguridad y la paz.

En una primera instancia es preciso conquistar la Franja de Gaza y establecer en ella un gobierno militar pleno. Los territorios que no estén densamente poblados hay que confiscarlos de inmediato y aplicar en ellos la soberanía israelí en toda su expresión. Simultáneamente, es preciso controlar por completo los territorios densamente poblados para eliminar la influencia y los restos del régimen anterior, modificar de raíz los programas escolares, prohibir cualquier tipo de incitación religiosa a la violencia y promover una dirigencia espiritual que busque la paz. En una segunda etapa, será posible transferir el gobierno civil a los representantes de la población, el cual será fiel al Estado de Israel.

Esta debe ser también la política israelí en Judea y Samaria: extender la soberanía en todos los poblados judíos y en todos los territorios no habitados. Además. Se debe dejar sin efecto a la Autoridad Palestina que incita a todo el mundo en contra nuestro y promueve el terrorismo por medios económicos e ideológicos, para en una etapa subsiguiente, poder destruir al Estado de Israel. En lugar de esta entidad, se debe aplicar en una primera instancia un gobierno militar que en un inicio administre la vida civil para modificar los programas de estudio y expulsar a los incitadores a la violencia. Luego, será preciso encontrar en el terreno fuerzas de índole positiva que estén dispuestas a cooperar con nuestras posturas y valores, y colaborar con ellas en vez de cooperar con enemigos tales como la OLP y el movimiento Hamas. A lo largo de las últimas décadas, el Estado de Israel le ha aportado a la OLP y al Hamas decenas de miles de millones, les concedió estatus internacional y convenció a otras naciones para que les otorgasen ayuda. En vez de ello, es preciso ayudar a las fuerzas positivas que estén dispuestas a vivir en una autonomía civil bajo dominio israelí.

Solamente en la etapa del doblegamiento del enemigo y el afianzamiento de nuestro dominio será necesario que grandes fuerzas militares retengan el territorio, pero luego, será posible seguir gobernando con fuerzas de menor envergadura, a condición de que estén respaldadas por la firme decisión de que de ahora en más el Estado de Israel ejercerá la soberanía sobre la totalidad de la tierra de Israel.

El aspecto moral

Este plan propuesto resultará mucho mejor que lo que tiene lugar hoy también desde un punto de vista moral. Un ejemplo parcial de ello puede traerse de la población árabe que reside en el Estado de Israel. Desde un punto de vista económico y de los derechos humanos, su situación es mucho mejor que la de cualquier otra población que habita cualquier estado árabe. Lamentablemente, la mayor parte de los problemas que tenemos con ellos se derivan del hecho de que nunca les exigimos que fueran ciudadanos fieles al estado, y no condicionamos la plenitud de sus derechos al cumplimiento con la totalidad de las obligaciones, tal como se les exige a todos los judíos que residen en los demás países del mundo. En virtud de ello, en el seno de los ciudadanos árabes del Estado de Israel hay incitadores que se aprovechan de nuestra actitud moderada y la interpretan como debilidad, logrando sublevar en contra nuestra a no pocos árabes. La laxitud de nuestra actitud les resulta también perjudicial a ellos. El crimen que se extiende por doquier en la sociedad árabe es consecuencia directa de la falta de fidelidad ciudadana. En vez de estar agradecidos con el Estado de Israel, los incitadores en cuestión prefieren conducirse como sus hermanos en los países vecinos, los cuales, por medio de una interpretación errónea de los valores religiosos, conducen su vida familiar y social con letal violencia, bloqueando así el crecimiento de las fuerzas positivas en los ámbitos del estudio y en las iniciativas económicas y sociales.

La misión educativa

Lamentablemente, la sociedad israelí no está aun madura para ello. Debemos aprender la lección de la amarga experiencia de las últimas décadas e incentivar a los círculos sociales y a los líderes que apoyan estas posturas, hasta que con la ayuda de D’s, estas ideas sean compartidas por la mayoría de la población y podamos alcanzar una situación de paz estable.

Se trata de una de las etapas del proceso de la redención, en la cual debemos liberarnos de la mentalidad diaspórica de minoría perseguida y adoptar una de mayoría nacional que aspira a implementar su vida soberana de la mejor manera posible, tanto desde el punto de vista de la estabilidad como así también desde una perspectiva ética.

Debemos liberarnos de la mentalidad de “nos veíamos a sus ojos como si fuésemos langostas” y adoptar la conciencia de una nación soberana que va a liberar su suelo patrio para ejercer sobre este el gobierno. Debemos ser un pueblo que le ofrece al enemigo tres posibilidades: si desea la paz -que la abrace y acepte la soberanía israelí con todos sus valores y leyes. Si desea combatir -que lo haga a sabiendas de que lucharemos contra él hasta las últimas consecuencias. En caso de que desee emigrar -que lo haga. No se debe aceptar una cuarta posibilidad, que se queden en el país en carácter de enemigos que obstaculizan nuestra existencia (Talmud Jerosolimitano Tratado de Sheviít 6:1).

Para que el Estado de Israel pueda adoptar la política adecuada, es preciso convencer a la gran mayoría del público. Mientras tanto, debemos continuar luchando en el frente, en defensa de nuestro pueblo y nuestro país, y dedicarnos más a la actividad pública y a la educación. La discusión interna entre la derecha y la izquierda es trágica, cada bando considera que el camino del otro conduce a la catástrofe, y debemos seguir manteniéndonos juntos y conduciendo unidos la guerra contra nuestros enemigos. Por ello, los esclarecimientos axiológicos y educativos deben llevarse a cabo con una actitud de respeto hacia quienes detentan una opinión diferente. Aun así, es de suponer que en última instancia, la lógica y la verdad habrán de prevalecer y el pueblo de Israel podrá avanzar a una próxima etapa de soberanía y estabilidad en su tierra.

Asimismo, entre los espías hubo quienes eligieron lo correcto, Yehoshúa y Calev, y por causa de la postura de la mayoría, la redención se vio demorada. Sin embargo, pasados cuarenta años, el pueblo de Israel siguió a Yehoshúa y a Calev, conquistó la tierra prometida y se asentó en ella.

Nuestros valientes y sagrados soldados

Debemos extraer fuerza del heroísmo de nuestros soldados. En medio de una realidad compleja, con duras limitaciones, continúan combatiendo y venciendo al enemigo. Lamentablemente, en las calles de Tel Aviv volvieron a oírse las voces de quienes promueven la división, pero en el ejército, en el seno de los soldados que prestan servicio regular y también en el seno de los reservistas se revelan la unidad judía y la responsabilidad mutua de una manera extraordinaria. De todos los relatos maravillosos de entrega y arrojo que han llegado a nosotros desde el frente, se entrevé que en los campamentos de nuestros soldados reposa la Divina Presencia, tal como fue dicho: “Pues HaShem tu D’s anda en medio de tu campamento, para salvarte y entregar a tus enemigos en tus manos” (Devarim-Deuteronomio 23:15). La continuación del versículo son a la vez una alabanza y una orden: “Y tu campamento será sagrado”. Dado que nuestros soldados arriesgan su vida en aras de la defensa del pueblo de HaShem, sus campamentos son sagrados.

En la medida de lo posible, esforcémonos en santificar el campamento alejando de este todo defecto moral, eludiendo toda controversia y mala habla, evitando las  malas palabras y las conductas inadecuadas, y junto a ello, recemos por todos nuestros soldados, para que puedan regresar a sus hogares sanos de cuerpo y alma, para que puedan formar espléndidas familias con alegría y amor, y para que aquellos muchos que ya pudieron formar una familia, tengan el mérito de mantenerla con alegría y felicidad, plenos de satisfacción y deleite por largos años.             

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