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Aprendiendo a educar inspirándonos en los cohanim

Así como los cohanim deben santificarse para poder desempeñar su misión, de igual manera los profesionales deben esforzarse en ampliar sus capacidades y contribuir en todo lo posible con la sociedad desde la especialidad que escogieron ejercer.

La función de los cohanim era la de enseñar y educar al pueblo, y en la actualidad la cumplen los rabinos y los profesionales de la educación, por lo tanto, debemos seguir el ejemplo personal y la santificación especial que estos practicaban.

Cuando surge una discusión respecto de la línea religiosa del colegio comunitario, el equilibrio correcto es mantener las normas de la halajá en el marco de la institución sin revisar qué se hace en la casa de cada uno de los alumnos.

Los maestros y los educadores que guían en el camino de la Torá deben servir de ejemplo personal, tanto dentro del aula como fuera de esta en todos los aspectos de su vida. Esto se debe a que, en el caso de los maestros, además de transmitir información a los alumnos, su función es educar en los valores de la santidad y demostrar en sus vidas su apego a la Torá y su alegría en el cumplimiento de los preceptos.

Cuando la Torá ordenó cesar toda labor en Shabat, su intención era interrumpir aquellas que son importantes y por cuyo intermedio se construyó el Templo, ya que éste es la síntesis de todo y de él debemos aprender los principios rectores de cómo dedicarnos a habitar el mundo y cómo mejorarlo.  Esto es, nuestra labor durante los seis días de la acción está destinada a llevar la idea del Tabernáculo al mundo entero, hasta que éste se transforme en asiento para la Divina Presencia, los valores superiores de la verdad y la generosidad, la tzedaká y la compasión.

La labor sacerdotal

La labor de los cohanim y las leyes especiales que rigen su actuar deben servir de principios rectores para el trabajo de todo ser humano.

Así como los cohanim deben santificarse para la labor templaria y cuidarse de aquellas cosas que pudieren provocarles distracciones en su función, de igual manera toda persona debe encontrar valor moral en su trabajo, y al igual que el cohen, santificarse previo a su ejecución. Si se trata de un maestro o un médico, deberá dormir bien para poder cumplir su función como corresponde. Si se trata de un ingeniero, deberá no dormirse en sus laureles y ampliar sus conocimientos permanentemente enfocándose en poder sumar bien y bendición al mundo por medio de su acción. Y así debe ocurrir con todos los oficios.

Los Sumos Sacerdotes (Cohanim Guedolim)

Existen personas únicas cuyo trabajo se asemeja a la labor del Sumo Sacerdote. Por ejemplo, un médico poseedor de capacidades únicas para salvar vidas debe santificarse como si fuera el Sumo Sacerdote previo a su ingreso al Santo Sanctórum (Kodesh Kodashim), sin apartarse de su función ni siquiera para atender las necesidades de sus familiares. Y aunque se encuentre en medio del casamiento de su hijo, si es llamado desde el hospital para atender una urgencia, deberá separarse rápidamente del novio, de su esposa y demás invitados avisándoles a dónde se dirige, pidiéndoles que le dediquen sus plegarias para tener éxito en el cumplimiento de su deber y salvar así al paciente que pende entre la vida y la muerte.

De igual manera, el comandante de una unidad militar de elite, que debe estar siempre listo para cualquier llamado, y aunque esté acompañando a su esposa al hospital para dar a luz su hijo, de ser llamado repentinamente para salvar al pueblo de Israel de manos del enemigo, deberá despedirse de ella, y así como todo el pueblo de Israel reza para que el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) salga sano y salvo del Santo Sanctórum, de igual manera su mujer deberá rezar por él durante su parto pidiendo que regrese con bien del combate para ver a su hijo.

Los cohanim y los maestros

Los rabinos y los maestros de las materias religiosas cumplen hoy en día la función que antaño correspondía a los cohanim, ya que además de realizar las labores del Templo durante unos días al año, su rol era el de educar, enseñar Torá y dictar halajá al pueblo de Israel, tal como fue dicho: «Impartirán Tus sentencias a Ya’akov y Tu Torá a Israel» (Devarim-Deuteronomio 33:10). Asimismo, también fue dicho: «Cuando no supieses un caso en un juicio, dirimiendo entre sangre y sangre, entre pleito y pleito, o entre herida y herida, en casos de controversias en tus ciudades te levantarás y ascenderás al lugar que habrá elegido HaShem tu D’s y te allegarás a los cohanim, de la tribu de Leví, o al juez que hubiere en aquellos días e inquirirás y te aclararán el veredicto del juicio» (ídem 17:8-9).

Cabe agregar, que también los asistentes sociales y demás personal que se dedica a la educación y la instrucción cumplen con roles sacerdotales, ya que enseñar la Torá no es solamente el estudio de los principios sino también guiar efectivamente a las personas en la práctica. Esto es así a condición de que su guía se deriva de los valores de la Torá y su intención es elevar a los individuos y a la sociedad hacia una vida de responsabilidad, verdad y generosidad.

También en los días del Templo toda persona podía consagrar su vida a la Torá, a estudiar y a enseñar (Rambám Shemitá VeYovel 13:13), y en efecto, así actuaron muchos en el seno de Israel. Más aun, la intención inicial fue que los primogénitos del pueblo de Israel se dediquen a las labores sacerdotales, y nuestros sabios dijeron que así será en el futuro (Or HaJaím Bamidbar 3:45 según Sifrei Beha’alotejá). Con más razón en la actualidad que el Templo está destruido y tanto los rabinos como los educadores ejercen funciones sacerdotales.

Las leyes de los cohanim como inspiración para los maestros

De las leyes de los cohanim se puede aprender un principio y es el de que las personas que enseñan Torá y sentencian halajá deben estar conectados a la santidad y expresar en sus vidas los valores de la trascendencia. Por lo tanto, deben evitar impurificarse con muertos, o guardar luto excesivo por sus familiares para así poder cumplir cabalmente su función que es la de enseñar Torá con fe y alegría.

De igual manera, los maestros y educadores en los valores de la Torá deben servir de ejemplo personal tanto en el aula como en todos los aspectos de su vida, ya que además de impartir conocimiento a sus alumnos, su función es formar a los más jóvenes en los valores de la santidad y mostrar en sus vidas personales su apego a la Torá y su alegría en el cumplimiento de los preceptos.

Los hijos de Israel fueron preceptuados de santificar a los cohanim (Vaikrá-Levítico 21:8), y, asimismo, se les ordenó tratar a los estudiosos de la Torá con respeto y temor reverencial, tal como fue dicho: «‘A HaShem tu D’s temerás’ – incluido a los estudiosos de la Torá» (Talmud Babilonio Tratado de Pesajim 22(B)). Este precepto incluye el ponerse de pie en honor a un estudioso de la Torá, aunque sea joven, tal como fue dicho: «‘Y honrarás al anciano’ – no se considera ‘anciano’ sino a aquel que adquirió sabiduría» (ídem Kidushín 32(B)).

De este modo, también aquella persona que no alcanza a cumplir cada mandato de la Torá en toda su excelencia y quizás siquiera logra cumplir con la totalidad de los preceptos, se conecta con todos los valores sagrados, ya que la Torá pertenece a toda la nación de modo parejo y tanto los cohanim como los estudiosos son los representantes que se ocupan de la labor sacra de estudiar la Torá de todo Israel y enseñarla.

Tal como parece, es posible extraer de estos fundamentos una solución a la interrogante que preocupa a muchas comunidades.

Tensiones entorno al perfil religioso de un colegio

A priori, es preferible que el colegio tenga la mayor cantidad posible de alumnos y acepte a todos aquellos interesados en ingresar, tanto sea desde el punto de vista del valor de la unidad como así también por la excelente atención tanto curricular como educativa que instituciones de grandes dimensiones pueden brindar a sus alumnos, tanto en la conformación de las clases como en la multiplicidad de talleres que pueden ofrecer. Sin embargo, dado que las sociedades religiosa y tradicionalista son sumamente variadas y a los colegios religiosos asisten niños de familias con diferentes niveles de observancia de halajá y de tradiciones, surgen a veces tensiones que llevan a la división de la comunidad y a la disgregación en varias instituciones educativas. No todos los problemas son solucionables, pero nos parece que es posible proponer tres principios que pueden ayudar a las diferentes comunidades a mantener un único colegio que brinde una mejor asistencia educativa a todos sus alumnos.

Abrir las puertas de la escuela

Existe una discusión en torno a la aceptación de alumnos de familias que no observan el Shabat como se debe. La solución es recibir en el colegio a todo aquel que esté dispuesto a aceptar la línea religiosa de la institución, esto es, por una parte, aceptar a todos los alumnos y por la otra aclarar que es deber de los docentes enseñar a cumplir el Shabat y todos los preceptos teniendo el cuidado de no ofender a quienes no son observantes. A propósito, este cuidado debe tenerse siempre, aunque en el salón de clase no haya alumnos provenientes de familias no observantes. Esta idea es dable aprenderla de los cohanim, quienes por una parte servían a todo el pueblo de Israel en todas las cuestiones vinculadas a la espiritualidad y la educación, y por la otra mantenían siempre su alto nivel de santidad, elevando así a todas las personas que estaban vinculadas a ellos, cada uno conforme a su grado.

La indumentaria de las maestras

Otra discusión que lleva a colegios a la división es la que gira en torno a la indumentaria de las maestras. El bando más ortodoxo sostiene que no es posible educar en la observancia de la Torá y el cumplimiento de los preceptos como corresponde cuando las maestras no son cuidadosas de vestir y cubrir sus cabezas según las reglas de la halajá. Muy especialmente, esto se torna delicado en el caso de halajot tan visibles exteriormente, y que su incumplimiento implica una declaración lisa y llana de no estar comprometidos con la observancia de los detalles de las normas respecto de las cuales existe unanimidad de criterios entre la mayoría de los eruditos de las últimas generaciones. El otro bando sostiene que las maestras deben representar a los diferentes tipos de padres, y así como algunos de los progenitores son más cuidadosos en su vestir y otros lo son menos lo mismo debe ocurrir en el seno de las maestras. Más aun, cuando el nivel de las maestras se establece según su manera de vestir, asistimos a una inversión de valores por efecto de la cual se ponen reglas de origen rabínico por encima de las de la Torá, como es el caso de los preceptos del hombre para con su prójimo.

De los preceptos específicos de los cohanim, esto es, el cuidado de evitar el contacto con la impureza y la demostración de duelo se puede aprender que en efecto corresponde exigir a las maestras que enseñan Torá que se santifiquen más que lo que acostumbra el resto de la sociedad. Es correcto que esta santificación sea perceptible exteriormente, y esto obedece a dos motivos: a) Para honrar su misión especial que es la enseñanza de la sagrada Torá; b) Para servir de ejemplo a sus alumnas en todos los aspectos de sus vidas, incluida la indumentaria, la cual debe ser acorde a las reglas de la halajá aceptadas por la mayoría de los eruditos.

Cuando expuse esta propuesta en la clase que imparto, hubo quienes sostuvieron que esta adolecía de autoritarismo para con aquellas personas que no se definen como muy religiosas (toraniím), ya que este público considera que se conduce adecuadamente y no es necesario ser tan insistente en los detalles de las normas de la vestimenta, y de hecho mi propuesta deja sin efecto la postura que esta gente detenta.

En efecto, es razonable pensar que mi propuesta no habrá de convencer a todos, pero considero que en verdad, de acuerdo con la idea sacerdotal resulta posible aceptarla, ya que también quienes sostienen que las leyes del recato se fijan de acuerdo con lo aceptado por el público en un momento y sitio determinados, pueden aceptar que así como a los cohanim que se dedican al estudio y la enseñanza de la sagrada Torá se les ordenó santificarse por medio de una serie de preceptos sumamente visibles exteriormente, como el caso del cuidado de no impurificarse, de igual manera corresponde que maestras que se dedican a la educación y a la Torá se santifiquen de acuerdo con la opinión mayoritaria de las autoridades halájicas.

Distanciamiento de pureza

Creo que es posible aprender otro concepto de los preceptos de los cohanim. La advertencia de no impurificarse generó una gran diferenciación entre ellos y el resto de los hijos de Israel, y de hecho, esto se asemeja al psicólogo que debe mantener distancia emocional de los problemas de sus pacientes. Por supuesto que ellos deben dedicarse en toda la medida de sus posibilidades a resolver los problemas, pero si los asumen como propios sus vidas se tornarán amargas y no podrán cumplir su función como corresponde. Otro tanto ocurre con los maestros que deben mantener un cierto distanciamiento sagrado para no ofenderse en demasía de la posible conducta de los alumnos o de los padres. Deben querer a todos por igual y ser comprensivos tanto con sus dificultades como con sus quejas sin permitir que estas les afecten personalmente.

Programa de estudios

Una tercera discusión que puede dividir a un colegio es la relación entre las horas dedicadas a la Torá y a las ciencias. En efecto, los argumentos de ambos bandos son justos y fundamentados y a veces la cuestión depende de las diferencias existentes entre las personas que debaten, tanto en sus personalidades como en sus objetivos de vida (ver Orot HaTorá 9:6), y la discusión se asemeja en alguna forma a la diferencia que existía entre los cohanim y estudiosos de la Torá por un lado y quienes se dedicaban a las ciencias y a las actividades mundanas. En este caso, considero que la solución es aumentar y no disminuir, o sea, que el horario básico de estudio sea el comúnmente aceptado en los colegios religiosos estatales, y luego, que el colegio se esmere en agregar cursos complementarios a precios accesibles tanto en temas relativos a la Torá como a la ciencia, procurando que sea posible para los alumnos interesados incorporarse tanto a unos como a otros. De ese modo, se puede atender la demanda de todos los tipos de alumnos.

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