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El desenlace del episodio de las conversiones de Viena

El desenlace del episodio de las conversiones de Viena

En el seno de la clase dirigente religiosa era claro que las conversiones de Viena serían aprobadas, pero poco antes de la reunión del Consejo del Gran Rabinato sobre este asunto, los sectores más extremistas ejercieron una presión enorme sobre el Rabino Unterman.

La delegación que llegó a Viena realizó una labor desprolija que adolecía de un fuerte sesgo en contra de quienes llevaban a cabo las conversiones.

El desenlace del episodio incluyó la clausura del tribunal vienés y dudas respecto de la validez de las conversiones ya efectuadas.

Desde un punto de vista general, esta disputa hizo que los rabinos que poseían una actitud más flexible hacia la conversión temieran expresar públicamente sus opiniones.

 

El único que expulsó a los calumniadores fue el Rabino Goren, que en aquel entonces fungía como rabino titular de la ciudad de Tel Aviv. Cuando llegaron a verle les preguntó si habían servido en el ejército y estos les respondieron que estaban exentos por ser alumnos de yeshivá que dedican todo su tiempo al estudio de la Torá. Cuando tomo una birome para anotar sus nombres y revisar si tenían permitido ausentarse de la yeshivá sus interlocutores se dieron a la fuga.

 

En el artículo anterior narré cómo se difundió la calumnia en contra de las conversiones de Viena. Los difamadores sostenían que los responsables del proyecto eran personas legas en materia religiosa o reformistas, que las conversiones se llevaban a cabo sin que medie estudio alguno de judaísmo, que el número de prosélitos era seis veces mayor que en la realidad y que sin entender su idioma se convencía a los conversos a firmar un papel y a sumergirse en la mikve. Por supuesto que todo ello era falso.

En efecto, el tribunal de conversión de Viena no fue establecido de manera ordenada por el Gran Rabinato de Israel. La iniciativa provino de los rabinos del Departamento de Aliá de la Agencia Judía para evitar que inmigren gentiles al país y se mezclen en el público general como judíos. La iniciativa fue liderada por el Rabino Mordejai Kirschblum, de los directivos de la Agencia Judía, quien también se ocupó de notificar del proyecto al Gran Rabino de Israel Iser Yehudá Unterman, de bendita memoria. El erudito Rabino Shamai Ginzburg, que era funcionario de la Agencia Judía, asesoró y guio al Rabino Steinmatz que era quien hacía funcionar el tribunal. Tal como escribiera en sus memorias el Rabino Grinfeld, rabino de la congregación de Agudat Israel en la ciudad de Viena, se acordó que él fuera la autoridad halájica y que para todo asunto deberían consultarlo previo a su ejecución. Se acordó que el presidente del tribunal fuera el rabino titular de esa ciudad, el Rabino Dr. Eisenberg. En efecto, en la práctica el Rabino Grinfeld acompañó al Rabino Alter en cada uno de los temas, ya que Rabí Alter rezaba junto a él a diario.

De cara a la reunión del Consejo del Gran Rabinato de Israel

La actividad del tribunal de Viena recibió el apoyo de los líderes del partido sionista religioso y especialmente del ministro de asuntos religiosos Zeraj Warhaptig. Al liderazgo sionista religioso le resultaba claro que el Consejo del Gran Rabinato de Israel autorizaría las conversiones ya que habían sido realizadas en conformidad con las normas de la Halajá. Cuando comenzaron a publicitarse las difamaciones en contra de las conversiones, el Rabino Unterman le ordenó al tribunal de Viena que hiciera caso omiso de estas. En términos generales, en opinión del Rabino Unterman era preferible convertir a los familiares gentiles de un judío antes de que lleguen a Israel, y tal como lo reiterase una y otra vez a oídos de los miembros del Consejo, esto era conveniente ya que «una vez en el país los inmigrantes estarán muy absorbidos por sus asuntos y no tendrán el tiempo para ocuparse del tema de la conversión y al final de cuentas no desearán hacerlo», «se adaptarán a la vida social en Israel y no desearán convertirse». Por su parte, mientras esperan para viajar a Israel, desean llevar a cabo el proceso de conversión y disponen de tiempo libre para ello, pudiendo estudiar en profundidad los fundamentos del judaísmo lo cual les permitirá convertirse por medio de una plena identificación con sus valores.

La intensificación de las difamaciones

A raíz de la publicación de las acusaciones difamatorias en los medios de prensa en contra de «las conversiones falsas» de Viena y la recolección de las firmas de decenas de rabinos importantes y líderes jasídicos en apoyo de un panfleto condenatorio, el Rabino Grinfeld ya no estuvo dispuesto a expresar apoyo público hacia el tribunal, y en ausencia de este el Rabino Alter Steinmatz quedó solo, lo cual intensificó las protestas en su contra.

Además, previo a la reunión del Consejo del Gran Rabinato de Israel los activistas abocados a denostar las conversiones de Viena acudieron a los domicilios de todos sus miembros y los instaron a oponerse a su autorización. Les advirtieron que el Rabino Unterman podría claudicar ante la presión de los políticos tanto religiosos como seculares.

Paralelamente, muchas personas ejercieron presión sobre el Rabino Unterman, instigaron en su contra a los alumnos de su kolel, presentaron peticiones y quejas contra el Rabinato de Israel por estar a punto de claudicar ante los miembros de la Agencia Judía y organizaron delegaciones de rabinos que lo visitaron casi que a diario para presionarlo. Del contenido de las cartas escritas por los miembros del «Comité en pro del pueblo judío» surge que dudaron cómo presionarlo, de modo «fuerte y a gritos» o por intermedio de «intelectuales y de manera silenciosa», ya que según lo que el Rabino Kulitz les había dicho «personas religiosas no pueden influir sobre el Rabino Unterman, solamente intelectuales o similares pueden hacerlo». Actuaron intensamente de las dos maneras. Por ejemplo, le informaron al Rebe de Lubavitch que fueron donde el Rabino Shlomo Zalman Auerbach «y le pedimos que intervenga e influya en la cuestión. Y nos dijo que no dispone del tiempo necesario para ello, pero luego se supo que visitó al Rabino Unterman junto con el Rabino Eliashiv y otro estudiante de kolel apellidado Stern y le dijeron que en la medida que las conversiones de Viena fueran autorizadas ellos publicarían una declaración que las descalificaría».

El único que expulsó a los calumniadores fue el Rabino Goren, que en aquel entonces fungía como rabino titular de la ciudad de Tel Aviv. Cuando llegaron a verle les preguntó a sus interlocutores si habían servido en el ejército y estos les respondieron que estaban exentos por ser alumnos de yeshivá que dedican todo su tiempo al estudio de la Torá. Cuando tomó una birome para anotar sus nombres y revisar si tenían permitido ausentarse de la yeshivá estos se dieron a la fuga.

La decisión de enviar una delegación de inspección

A raíz de las presiones y las amenazas ejercidas sobre el Rabino Unterman, para aquel entonces de ochenta y cinco años, este accedió a la exigencia de no permitir que representantes del público hablasen ante el Consejo del Rabinato de Israel. Así resultó que a pesar de los pedidos del ministro de asuntos religiosos Warhaftig de presentarse ante el Consejo del Gran Rabinato y contarles la verdad sobre las conversiones de Viena, no fue citado. Tampoco lo fue el Rabino Kirschblum, a pesar de sus reiteradas solicitudes de dar su testimonio, negándosele la oportunidad de hacerlo. Tras dos sesiones sumamente tensas se decidió enviar una delegación de rabinos a inspeccionar las conversiones realizadas en Viena. Los rabinos elegidos fueron el Rabino Kulitz y el Rabino Werner, ambos dos jefes de elenco del tribunal rabínico de Tel Aviv. Lo que resultó definitorio fue el hecho de que rabinos sionistas miembros del Consejo como el Rabino Israeli se sumaron a la postura de los activistas que se oponían a las conversiones de Viena.

La delegación

Cuando se decidió enviar delegados a Viena, los activistas religiosos de la Agencia Judía estaban aun convencidos de que habían procedido correctamente, en aras del Cielo y de acuerdo con la Halajá, por lo que la delegación los reivindicaría. Tal como escribiera el Rabino Kirschblum al Rabino Alter Steinmatz, los rabinos son «personas de confiar y seguramente procederán recta y piadosamente».

Mientras tanto, el mundo jaredí se encontraba en gran efervescencia a raíz del «escándalo» de las conversiones de Viena, e incluso rabinos sionistas como el Rabino Israeli y el Rabino Neria exigían llevar a cabo una investigación exhaustiva. Así, el Rabino Kulitz y el Rabino Werner partieron rumbo a Viena detentando ya una actitud hostil hacia las conversiones. Ellos veían a todas aquellas personas que se ocupaban de las conversiones como sospechosas, indagaron respecto de la personalidad del Rabino Dr. Eisenberg, el rabino titular de la ciudad que fungía como presidente del tribunal de conversión, intentando averiguar si profanaba o no públicamente el Shabat. Se trataba de un rabino ortodoxo moderno, y la mera especulación con semejante inconducta era un claro indicativo del sesgo de los rabinos pesquisantes. A todos los involucrados en las conversiones se les preguntaba inicialmente si estaban arrepentidos de lo que habían hecho ya que las grandes eminencias rabínicas del pueblo de Israel se habían opuesto a su proceder. Cuando el Rabino Alter dijo que había sido ordenado rabino, estaban convencidos de que les estaba mintiendo.

Cuando se reunieron con el Rabino Bruner, el director del colegio de Agudat Israel que contaba con ordenación rabínica y había participado como miembro del tribunal escribieron que su ordenación rabínica no era real, y que había sido obtenida solamente a los efectos de recibir el grado docente. Sobre el Rabino Stein, que también había participado de las conversiones, dijeron que era maestro y que no habían podido verlo y cerciorarse que efectivamente poseía ordenación rabínica. Además, exigieron detalles halájicos determinados del tribunal de Viena, por ejemplo, que los tres jueces estén presentes durante la inmersión en la mikve y no confíen en el testimonio de tres personas delegadas, y sobre la base de este requerimiento expresaron sus dudas respecto de la validez de las conversiones.

Cabe destacar que los rabinos pesquisantes creían estar cumpliendo un gran precepto encomendado por las grandes eminencias del pueblo de Israel. Se dijo, citando al Rabino Werner, «que entiende su actuación en Viena como uno de los grandes méritos de su vida y con el cual piensa presentarse, llegado el día, ante el Tribunal Celestial».

La decisión del Consejo del Gran Rabinato de Israel

Los rabinos regresaron a Israel y testificaron ante el Consejo del Gran Rabinato que las conversiones de Viena adolecen de numerosos y graves vicios. El Rabino Werner dijo que el tribunal de Viena era una árbol de culto idólatra (asherá) plantado ante el altar del Templo. El Rabino Goren molesto le preguntó: «Si se trata de idolatría, ¿cómo es posible que el Rabino Grinfeld asesoró y acompañó el proceso respondiendo a todas las consultas de los jueces? ¡Debería haberlos echado de la sinagoga!» El Rabino Goren continuó su alegato y dijo: «Según la Halajá un tribunal de tres personas legas en asuntos religiosos es apto para convertir, por lo que corresponde cerrar la sesión y autorizar las conversiones». El Rabino Jaim David HaLeví se sumó a su postura, aparentemente esta contaba con mayoría y el Rabino Unterman solicitó emitir una resolución que autorizara las conversiones de Viena. Sin embargo, el Rabino Goldsmith, uno de los líderes de quienes se oponían a la labor del tribunal vienés, dijo que no estaba suficientemente empapado del tema y pidió posponer la decisión hasta la próxima reunión del Consejo (extraído del protocolo del a sesión del Consejo del Gran Rabinato de Israel del 26 de Shevat del 5731).

Simultáneamente, se intensificaron las presiones sobre los rabinos miembros del Consejo. Para la reunión siguiente, el Rabino Goldsmith llegó con una propuesta de decisión redactada en coordinación con los activistas anti-conversiones, según la cual cada una de estas sería revisada individualmente, y así se decidió. El Rabino Goren se ausentó de esta sesión en protesta por lo que él consideraba como un proceder incorrecto por parte del Consejo y por no haber autorizado de inmediato todas las conversiones.

Epílogo

El tribunal de Viena fue clausurado y con él se cerró la posibilidad de conectar a los activistas de la aliá en el área de revisión del estatus judaico del olé con los tribunales de conversión. Desde entonces, inmigraron a Israel cientos de miles de personas no judías en el marco de la ley del retorno. Si se hubiese continuado la política del tribunal de Viena, muchos de ellos se habrían convertido al judaísmo antes de llegar a Israel, y los que no hubiesen sentido conexión al judaísmo se habrían quedado en el extranjero. El gobierno presidido por Golda Meir deseaba que la aliá estuviese coordinada con el Rabinato, de modo tal que se convirtiera a la casi totalidad de los candidatos a inmigrar y se rechazara a quienes no manifestaban interés en la identidad judía.

Además, desde las acusaciones de las que fueron objeto estas conversiones, numerosos rabinos comenzaron a temer expresar públicamente sus opiniones. Hasta el año 5730 la mayoría de los rabinos que expresaban su opinión por escrito tendían a la postura flexible, pero desde entonces, en un proceso gradual, su voz se fue acallando.

El Rabino Unterman percibía la realidad de un modo más realista que la mayoría de los rabinos y entendía cuán conveniente resultaba que los tribunales de conversión funcionasen en el extranjero como parte del mecanismo de la aliá, pero tuvo que dar un paso atrás en virtud de las presiones de las que fue objeto y no logró mantener abierto el tribunal de Viena. Estimo que a raíz de este episodio los representantes del público religioso llegaron a la conclusión de que como el Rabino Unterman había cumplido ya ochenta y cinco años, en las elecciones siguientes sería bueno reemplazarlo. Dos años más tarde fue elegido en su lugar el Rabino Goren.

Diez años después, el Rebe de Lubavitch, que había liderado la lucha en contra de las conversiones de Viena, se encontró en el centro de una dura discusión. Rabinos de la corriente lituana que habían participado junto a él en la campaña contra las conversiones de Viena condenaron duramente tanto a él como a sus seguidores con un encono lamentable y terrible. A raíz de ello, el Rebe de Lubavitch, que actuó con gran entrega en aras de los judíos y el judaísmo en todo el mundo, que deseaba siempre traer paz, unidad y la redención al pueblo de Israel, sufrió de una de las disputas más duras, y quién sabe qué pérdida debió afrontar por ello el pueblo judío.

Según el testimonio del Rabino Alter Steinmatz, dos años después del episodio se reunió durante dos horas con el Rabino Israeli y este último se justificó arguyendo que había actuado sobre la base de la información de la que disponía, e incluso se molestó por el hecho de que los responsables de las conversiones de Viena hubieran mantenido silencio y no respondieran a las acusaciones de las que fueran objeto. Contó además que «el Gran Rabino Goren me dijo en su momento que pecamos al no reaccionar ante el dictamen del Consejo, y «el que calla otorga…»

Este artículo fue redactado con la ayuda del Rabino Dr. Boaz Huterer y del Rabino Tzuriel Jalamish.

 

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