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KI TISÁ.- Relatos de consuelo al finalizar la shiv’á

KI TISÁ 

Relatos de consuelo al finalizar la shiv’á

Tras la terrible desgracia del asesinato de Hilel y Yaguel Yaniv, D’s redima su sangre, se rompió un récord de casamientos y compromisos nupciales en Har Berajá.

Desde el asesinato de Ya’akov Pereg, de bendita memoria, que ocurriera hace treinta y cinco años, y hasta esta semana, las familias de nuestra comunidad se han fortalecido notablemente en su sentido de misión ante los difíciles desafíos que enfrentan.

Resulta imposible de describir la generosidad y el amor que numerosas personas de todo el país han prodigado durante la semana pasada a los residentes de Har Berajá, que se encuentran en la primera línea de asentamientos en la región montañosa.

Al día siguiente del funeral, cientos de pobladores se levantaron por la mañana y viajaron con sus automóviles vía Hawara, para dirigirse a sus labores en todas las ramas del quehacer económico. Las voces de los niños comenzaron a escucharse desde interior de las casas, los caminos y las calles se llenaron de miles de infantes cargados con sus mochilas que iban y volvían de la escuela, y que por la tarde colmaron el ambiente con sus risas y sus juegos como si nada hubiera ocurrido. Supe entonces que no se puede detener el devenir de una vida que late intensamente, y que ante cualquier obstáculo que se presente, se habrá de intensificar aún más.

En la misma semana en la que fuimos golpeados dos veces, en la que dos muchachos jóvenes, los hermanos Hilel y Yaguel, D’s redima su sangre, que tenían una edad ya apropiada para contraer matrimonio fueron asesinados santificando el Nombre Divino, contrajeron matrimonio un muchacho y una muchacha que nacieron y se criaron en nuestro poblado. El novio incluso tiene la intención de fijar su residencia en Har Berajá. Además de ello, cinco de nuestros residentes se comprometieron (los eventos habían sido fijados de antemano). Una semana atrás, otro de los hijos de nuestra comunidad se casó. En la historia de Har Berajá no hubo nunca una semana tan cargada de eventos alegres, de casamientos y compromisos. A diferencia de las edades escolares en las que tenemos generaciones de más de cien niños, en las edades casaderas cada generación cuenta con unos veinte muchachos y muchachas, de modo tal que en promedio se deberían celebrar compromisos y casamientos a un ritmo de uno cada dos semanas. Y, hete aquí que en una sola semana tuvimos dos casamientos y cinco compromisos.

La vida se ve potenciada

En el día del asesinato y al siguiente en que se llevaron a cabo los funerales, nuestro poblado estuvo muy tranquilo. También los niños y los jóvenes hablaron moderadamente y se abstuvieron de jugar en las calles. Las personas que celebraron sus alegrías nupciales y demás tuvieron el recaudo de llevarlas a cabo en el interior de sus hogares de un modo discreto. Una pesada nube de duelo se cernió sobre todas las casas e ingresó a estas por las ventanas, y junto a ella, se hizo patente la angustia ante la pregunta de cómo se hace para continuar viviendo tras el trágico cercenamiento de estos dos espléndidos jóvenes.

Entre quienes se encargan de construir apartamentos y quienes realizan la tarea de la absorción de los nuevos pobladores surgió el temor de que a raíz del atentado nuevas familias teman irse a vivir a Har Berajá y el crecimiento de su población se vea detenido. Quizás, inclusive, haya familias que presas del temor, se vean forzadas a abandonarnos.

Al día siguiente del funeral, cientos de pobladores se levantaron por la mañana y viajaron con sus automóviles vía Hawara, para dirigirse a sus labores en todas las ramas del quehacer económico. Las voces de los niños comenzaron a escucharse desde el interior de las casas, los caminos y las calles se llenaron de miles de infantes que, cargados con sus mochilas iban y volvían de la escuela. La familia Aizik se preparó para el casamiento. Durante la tarde, los niños colmaron el ambiente con sus risas y sus juegos como si nada hubiera ocurrido. Supe entonces que no se puede detener el devenir de una vida que late intensamente, y que ante cualquier obstáculo que se presente, se habrá de intensificar.

En el Kabalat Shabat hablé sobre la importancia de la perseverancia: el encendido de la vela permanente (ner tamid) que se ve representado en el estudio de la Torá, la ofrenda permanente (korbán tamid) que representa el sacrificio abnegado en aras de HaShem y de nuestro pueblo, el encendido diario del incienso (ketoret) que representa la unidad del pueblo judío, las vestimentas que los cohanim visten a diario que ponen de manifiesto nuestro estatus como enviados del pueblo judío de todas las generaciones en el poblamiento del país. Agregué también que, aunque hubiese quienes temieran continuar viviendo en nuestro poblado, si decidiesen marcharse, los habremos de bendecir y serán nuestros representantes de la Torá de la tierra de Israel en cualquier lugar al cual fueren. A pesar de su partida, ello derivará en que más familias deseen sumarse al gran sueño de habitar la tierra de Israel en la primera línea de asentamientos y estudiar su Torá en un nivel aún más elevado de conexión entre el cielo y la tierra.

Reforzamiento

A lo largo de la última semana mi esposa llevó a cabo varias rondas de conversaciones con mujeres que sentían la necesidad de hablar y recibir apoyo. En el marco de estos encuentros surgieron relatos emocionantes. Una señora contó que su familia llegó a Har Berajá porque el marido quería estudiar en nuestra yeshivá en virtud de nuestro particular estilo de estudio, pero que luego que el Rav Ytamar ben Gal fuera asesinado hace cuestión de cinco años, comprendieron cuán importante era la misión de vivir en la primera línea de asentamientos, y durante la shiv’á por el fallecimiento del rav, adquirieron aquí una vivienda. Una mujer relativamente nueva en nuestra localidad contó que ella y su familia llegaron a Har Berajá atraídos por el alto nivel de observancia religiosa. El tema de poblar la tierra de Israel no era el que más les ocupaba en aquel entonces, pero esta semana, tras los espantosos asesinatos, comprendieron en qué medida resultaba importante reforzar nuestra comunidad y en estos precisos días decidieron adquirir aquí una casa.

“Que fija el límite de la viuda” (metziv gvul almaná)

Hace treinta y cinco años, menos de medio después de que un servidor llegara a Har Berajá para fungir como rabino del poblado, en el anochecer del 5 de Tevet del 5749, fue asesinado Ya’akov Pereg, D’s redima su sangre. Él fue la primera víctima de la primera intifada. Éramos un poco menos de veinte familias. Lentamente comenzaron a llegar a nuestro asentamiento comandantes del ejército y miembros del consejo regional. Lea, la esposa de Ya’akov, que había crecido en Kiriat Gat en el seno de una familia tradicionalista proveniente de Marruecos y que se había fortalecido en su identidad religiosa a raíz de su pertenencia al movimiento juvenil Bnei Akiva, comprendió que algo había ocurrido, pero nadie se animaba a transmitírselo. Todos los hombres tuvieron que reunirse en el salón comunitario para recibir instrucciones de los oficiales del ejército. Lea también se hizo presente, y al ingresar a la sala, todos se callaron. De allí fue a varias casas del poblado en busca de su marido y para procurar enterarse qué había ocurrido, pero nadie le dijo. La responsable del departamento de bienestar social, la señora Jaia Shejner, llamó a mi señora, la rabanit de la comunidad, que para ese entonces tenía veinticuatro años y le instruyó que le avise que su marido había sido asesinado. Mi mujer, en virtud de su juventud, le pidió a Jaia que viniera rápidamente a Har Berajá porque no sabía cómo se le avisa a una mujer embarazada de veinticinco años, madre de tres niños, que su mundo personal se había derrumbado. Jaia, por supuesto, vino.

Mientras tanto, mi señora llamó a mi padre y le pidió que viniera a ayudar. Cuando llegó, fue con él a lo de Lea (yo estaba reunido con los demás hombres del poblado, junto a los directivos del consejo regional y a los oficiales del ejército). Lea recibió la mala noticia y preguntó: “¿Acaso soy yo tan mala persona que HaShem precisa castigarme justamente a mí?” Mi padre le respondió que Ya’akov es un kadosh, una persona sagrada, es un asesinado por un reino extranjero (harug maljut), y que, a pesar del terrible dolor, se trataba de un enorme mérito. Tiempo después, Lea contó que esas palabras le cambiaron su perspectiva del evento trágico y la reforzaron. Ella entendió que era una enviada y poseía una misión.

Sobre las diez de la noche todos se fueron y las veinte familias jóvenes nos quedamos solas. Como en cada invierno, una nube cubría la montaña, pero esa noche era muy pesada y gris. Los tenues faroles de la calle que se encontraban entre las dos filas de casas prefabricadas apenas lograban alumbrar mínimamente en medio de la espesa niebla.

El funeral tuvo lugar y el embarazo continuó y tras varios meses Lea, la mujer que quedara viuda, dio a luz una hija a la que llamó Tjiá. Su familia comía de manera fija con nosotros cada Shabat y nos volvimos como parientes. Dos años más tarde Lea se casó con David Ziv, al poco tiempo fijaron su residencia en Har Berajá y tuvieron seis hijos más. Desde entonces, nuestro poblado creció considerablemente y cuenta hoy con unas cuatrocientos cincuenta familias, unas cien viviendas están en construcción y otras cien se comenzarán a construir a la brevedad. Todas las casas y todos los apartamentos ya están vendidos, y unas doscientas viviendas más se encuentran en diferentes etapas de planificación. En el colegio primario para varones estudian unos trescientos cincuenta niños, y otro tanto en el de niñas. En la Úlpena Regional Tzvía que se encuentra en nuestra localidad estudian unas trescientos ochenta muchachas de Har Berajá y los demás asentamientos de la zona, y en la Yeshivá Secundaria que se construyera poco tiempo después estudian ya unos doscientos alumnos.

Hace ya muchos años que Lea es miembro del equipo de resiliencia comunitaria (tzevet josen ishuví), ayudando con gran ingenio e iniciativa a las mujeres viudas y a los huérfanos, siendo un ejemplo vivo de consuelo y crecimiento. Sin embargo, esta semana, Lea no pudo apoyar a la familia Yaniv, porque dos horas después de concluido el funeral en el Monte Herzl ella y su marido David casaron a su hija Tamar. Hombres y mujeres de nuestro poblado viajaron del cementerio al casamiento cambiando sus ropas en el camino a la celebración.

Apoyo y responsabilidad mutua

Resulta imposible describir la generosidad y el amor que innumerables personas volcaron sobre los residentes de Har Berajá, que se encuentran en la primera línea de asentamientos en la zona montañosa. He de mencionar aquí las comunidades y las instituciones que brindaron lo mejor de sí a la generalidad de nuestros habitantes.

Del poblado Alei Zahav del Shomrón se nos enviaron plantas decorativas para todas las familias de nuestra comunidad. El titular de la secretaría, el director del colegio y otros voluntarios de esa localidad fueron casa por casa y las repartieron. De la comunidad de Lod nos enviaron pasteles y colgaron carteles de aliento a lo largo de todo Har Berajá. De cada uno de los poblados vecinos de Ytzhar y Avnei Jefetz recibimos cincuenta pasteles. Los habitantes de Avnei Jefetz repartieron personalmente doscientas jalot casa por casa. De la Úlpena de Ramat Beit Shemesh nos enviaron cien sets con sorpresas para los niños. Los habitantes de Yerujam, Oranit y Jashmonaím nos enviaron flores para Shabat para cada una de las familias. Los habitantes de Shavei Darom en cooperación con la empresa “Jasalat” nos enviaron pasteles y lechugas. “Iskiot HaShomrón”, un foro de mujeres empresarias de los poblados de la zona prepararon cenas para todas las familias que regresaron del funeral amén de traer paquetes de galletas y bebidas. Las muchachas de la Úlpena Neriá trajeron un pequeño presente a cada niño y organizaron juegos para las niñas de la escuela. Maestras de tres colegios del Shomrón, el de Elón Moré, el de Brujín y el de Revavá llegaron a lo largo de toda la semana para servir sabrosas comidas a las maestras de los colegios de niñas. Los alumnos de la Yeshivá Secundaria de Elón Moré repartieron snacks dulces a todas las familias y organizaron juegos para los niños en edad escolar. De la Úlpena de Katzrín enviaron chocolates para los jóvenes de nuestra comunidad de ambos sexos. Del poblado de Ytamar nos enviaron yogurt a todos los residentes. De “Regavim Kineret”, el programa educativo agrícola, llegaron jóvenes y le repartieron a los residentes pomelos y paltas que ellos mismos habían cosechado. La juventud de Beit El envió chocolates y banderas de Israel a todos los habitantes de Har Berajá. La juventud del poblado de Elí envió galletas a los alumnos de la escuela. Del poblado de Peduel enviaron doscientos pasteles, algunos de los cuales eran libres de gluten. De los poblados del norte del Shomrón enviaron de regalo para todos nuestros residentes manteles individuales sobre los cuales realizar la ceremonia de la Havdalá. Las jóvenes de Shavei Shomrón enviaron sabrosas cenas a sus pares de Har Berajá. Las municipalidades de Rejovot y Karmiel enviaron cientos de porciones (mishlojei manot) para Purim. Del poblado de Kidá nos enviaron frutillas y chocolates para repartir en la sinagoga. Las mujeres de Ariel les enviaron chocolates a sus pares de nuestra comunidad. Del jardín de infantes de esa misma ciudad enviaron golosinas para nuestros niños. De Nevé Tzuf nos enviaron comida e imanes recordatorios. Los habitantes de Kiriat Netafim en el Shomrón y los de Guitit en el Valle del Jordán enviaron pasteles. Las tortas y las golosinas eran tan numerosas que muchas de estas fueron inmediatamente repartidas entre los soldados que sirven en nuestra zona. De la red escolar Amit de Petaj Tikvá nos enviaron porciones (mishlojei manot) para Purim. De la Yeshivá Tzvía en Ashkelón trajeron mishlojei manot a los alumnos de nuestra Yeshivá Secundaria. De Brujín trajeron chocolates. De diferentes colegios de todo el país enviaron cartas de aliento para los niños de nuestros colegios, por ejemplo, del colegio Rabí Akiva de la ciudad de Or Akiva. Las niñas del colegio Reshit de la ciudad de Sderot prepararon mishlojei manot para todas las chicas de la úlpena. El colegio de niñas Revavá invitó a nuestras alumnas de primaria a un día de navegación durante las vacaciones de Pesaj. El Rabino Yoni Laví impartió clases a nuestros jóvenes, y Amitai, el contador de cuentos, se voluntarizó a venir después de Purim.

Estas fueron las buenas acciones de las que fueron beneficiarios los habitantes de nuestra comunidad y de las cuales me enteré. Muy probablemente hubo otros actos de aliento y apoyo que por distintos motivos escaparon a mi atención y no fueron aquí mencionados.

 

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