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Rabinato comunitario honorario y un salario digno para los docentes

KI TAVÓ 2023

Rabinato comunitario honorario y un salario digno para los docentes

En tiempos de los sabios tanaítas los rabinos solían ganarse la vida con su trabajo y enseñaban Torá gratuitamente. Sin embargo, en las generaciones posteriores no se lograron combinar exitosamente ambas actividades.

La realidad en la cual el rabino se ve obligado a exigir su paga ha causado la profanación de la Gloria Celestial, y por ellos muchos de los grandes rabinos de Israel han tenido reservas respecto de oficiar como rabinos.

En un estado ideal de cosas corresponde que el rabino comunitario perciba haberes de un modo ordenado, pero hasta que ello ocurra es oportuno que los estudiosos de la Torá de la comunidad en cuestión la enseñen y funjan como rabinos comunitarios honorarios.

Cabe elogiar a los delegados del ministerio de economía y del sindicato docente de primaria por haber firmado el año pasado un acuerdo salarial que dignifica a los maestros e incentiva el ingreso de nuevas fuerzas a la acción educativa.

Una vez, el autor del libro Sfat Emet fue consultado por uno de sus seguidores, que era un estudioso de la Torá, si le resultaría conveniente asumir el rabinato de alguna de las comunidades. Este le respondió: “Te envidiaría más si te hicieses zapatero”. Pasado un tiempo, el seguidor volvió a presentarse y le trajo al Rebe un par de zapatos por él confeccionado.

 

Hace unas dos semanas propuse alentar a las comunidades a que nombren rabinos, aunque sean honorarios, para que se dediquen a la labor principal de la función rabínica – enseñar Torá, por ejemplo, impartiendo una clase fija a diario entre los rezos de Minjá y Arvit o después del rezo de la noche. Esta propuesta partía de la suposición de que en los próximos años el ministerio de asuntos religiosos no va a nombrar ni financiar rabinos que resulten aceptados por las comunidades sionistas religiosas. Hubo quienes se preocuparon al oír mis palabras, ante el temor de que estas atenten contra la probabilidad de que las comunidades financien a los rabinos y potencien su función.

“Así como Yo actúo gratuitamente, también ustedes deben hacerlo”

Comparto que es bueno financiar rabinos de sinagogas, pero mi propuesta se deriva de mi conocimiento de la realidad, en la que en la mayoría de las sinagogas sionistas religiosas de las ciudades grandes no hay rabino. Los rabinos titulares de ciudades y barrios tampoco llenan ese espacio pues durante décadas fueron nombrados para esos cargos casi exclusivamente rabinos que no comparten la forma de pensar sionista religiosa. Para comenzar a reparar esta situación es preciso volver a los orígenes, a la función más profunda y original del rabino – enseñar Torá. En términos básicos, esta función debe ser efectuada honorariamente.

Nuestros sabios dijeron que los rabinos debían enseñar Torá honorariamente, “Tal como me lo ordenó HaShem – así como Yo actúo gratuitamente, también ustedes deben hacerlo” (Tratado de Nedarim 37(A)). Por ello, nuestros sabios instruyeron en la Mishná (Nedarim 35(B)) que también quien “niega el disfrute de sus cosas a alguien, tiene permitido enseñarle Midrash, halajot y agadot”, ya que de todas maneras es su deber enseñarle gratuitamente y por ello, al hacerlo, no se considera que le esté haciendo disfrutar de algo con un valor económico.

La instrucción de nuestros sabios

En este mismo sentido fue lo que le instruyeron los sabios a los rabinos en cuanto a que no obtuviesen su sustento de la Torá: “Dice Rabí Tzadok: No hagas de esta una corona para engrandecerte ni una pala para cavar con ella. Así decía Hilel: El que utiliza la corona de la Torá se va (de este mundo). De esto aprendes que todo aquel que obtiene beneficio (se refiere a dinero) de las palabras de la Torá se lleva su vida de este mundo” (Avot 4:5). Así también lo entendieron Rashí, Rambám, Bartenura y otros.

Así también procedieron muchos de los grandes maestros de Israel cuando no ocupaban cargos de liderazgo. El anciano Hilel, antes de ser nombrado Nasí (presidente del consejo de sabios) era leñador, Shimón HaPakulí elaboraba algodón y Rabí Yojanán HaSandlar (‘el zapatero’) se ganaba la vida cosiendo sandalias. Rabí Meir era escriba de rollos de la Torá, tefilín y mezuzot, Rav Papa plantaba árboles, y así muchos otros (citado de la responsa del Tashbetz 147). Los rabinos acostumbraban a vivir frugalmente y por ello obtenían su sustento tras trabajar contadas horas.

No obstante, los rabinos que eran nombrados para ocupar cargos de liderazgo eran mantenidos dignamente por el público, pero la mayoría de los rabinos trabajaba, y tras la finalización de sus labores -y por supuesto que en Shabat y en las festividades- enseñaban Torá a sus alumnos y respondían consultas.

En la medida en que la cantidad de alumnos se incrementaba, y el rabino ya no disponía de tiempo suficiente para trabajar por su sustento, se le solía pedir que redujera su jornada laboral y en lugar de ello enseñara Torá a los alumnos, por lo que se le pagaba por el lucro cesante (sjar batalá, literalmente salario por no trabajar), esto es, se le abonaba la suma que perdía al dejar de trabajar y dedicar más tiempo a los alumnos (ver Ran a Nedarim 37(A), en el párrafo que comienza con ולעניין הלכה‘y en lo referente a la halajá’).

La necesidad de mantener a estudiosos de la Torá

Sin embargo, con el devenir de las generaciones, surgió un grave problema. El material de estudio se incrementó considerablemente y el número de los rabinos capaces de por una parte abarcar la totalidad de la Torá en conocimiento y en análisis profundo, y por la otra, ganarse el pan con su propio oficio – se redujo. Al final de cuentas casi todos coincidieron en que si las comunidades no habrían de mantener a los rabinos (también a aquellos que no se desempeñaban en funciones de liderazgo) casi que no habría estudiosos de la Torá en el pueblo de Israel. Por ello se les fijó un salario a los rabinos, a los profesores de las yeshivot (rashei metivta) y a los maestros, en incluso se acordó que quienes aún estudian y se están preparando para ocupar en un futuro un puesto rabínico o docente reciban becas para poder incrementar su estudio (ver responsa Tashbetz I 142-147, Beit Yosef y Ramá a Yoré Deá 246:21, Maharshal y Shaj allí).

Los problemas que surgieron

No obstante, dado que la manutención de los rabinos no figura entre los preceptos de la Torá como -es el caso de las ofrendas y los diezmos (terumot umaaserot) para los cohanim y para los leviím- ni tampoco fue preceptuada rabínicamente, en muchos casos la necesidad de ganarse la vida llevó a los rabinos a preocuparse por su sustento, lo cual atentó contra la dignidad de la Torá y derivó en una profanación del Nombre Divino.

Por ello, el Rambám escribió duramente contra la práctica de mantener a los estudiosos de la Torá (Hiljot Talmud Torá 3:10): “Todo aquel que decide en su corazón que se dedicará al estudio de la Torá, no realizará labor profesional alguna y se mantendrá de la tzedaká profana el Nombre Divino, denigra a la Torá y extingue la llama de la religión causándose un daño a sí mismo y quitando su vida del Mundo Venidero, ya que está prohibido obtener beneficio de las palabras de la Torá en este mundo. Dijeron los sabios: Todo aquel que obtiene beneficio de las palabras de la Torá quita su vida del mundo, y además ordenaron y dijeron: No hagas de estas una corona para engrandecerte ni una pala con las cuales cavar. Además, ordenaron y dijeron: Ama la labor y odia el rabinato, y toda Torá que no se ve acompañada de labor finalmente no perdura y al final de cuentas la persona en cuestión terminará robando a los demás”.

Sin embargo, solo unos pocos que eran suficientemente talentosos podían ganarse la vida con su trabajo y al mismo tiempo enseñar Torá y dictar halajá. Por lo tanto, a falta de más remedio, a pesar del sufrimiento y las humillaciones, las comunidades tuvieron que ocuparse de mantener a los rabinos, pues de no hacerlo, no se podía sostener el estudio de la Torá en el pueblo de Israel.

La instrucción del Sfat Emet de no ocupar cargos rabínicos

El Admor Rabí Yehudá Arié Leib Alter (5607-5665) autor del libro Sfat Emet, que dirigiera al gran grupo jasídico de Gur en Polonia durante unos treinta y cinco años, instruyó a sus seguidores que eran rabinos a que se ganen la vida por medio de algún oficio o la práctica del comercio y no a través del ejercicio del rabinato. Tal como parece, a veces la obtención y la preservación de una posición rabínica implicaba tener que incurrir en la adulación, cosa que al líder jasídico no le agradaba, y por ello en numerosas oportunidades expresó sus reservas respecto de la obtención de un puesto de un modo que no sea limpio y puro.

En una ocasión fue consultado por uno de sus seguidores, que era un estudioso de la Torá, si le resultaría conveniente asumir el rabinato de alguna de las comunidades. Este le respondió: “Te envidiaría más si te hicieses zapatero”. Pasado un tiempo, el seguidor volvió a presentarse y le trajo al Rebe un par de zapatos por él confeccionado.

En otra oportunidad, uno de sus entusiastas seguidores intentó obtener un puesto de rabino en la comunidad de Varsovia para uno de los jasídicos de Gur. Cuando estaba a punto de lograrlo vino ante el Rebe a recibir su aprobación para el nombramiento. El Rebe encogió sus hombros en señal de desinterés, como forma de decirle que esforzarse para ello carecía de importancia. El jasid se animó a preguntarle: “Y entonces, ¿quiénes habrán de ser los rabinos?” El Rebe le respondió: “¡Aquellos que no me consultan!”

No ganarse la vida de la Torá

El autor del libro Sfat Emet solía contentarse con poco y no obtenía disfrute o beneficio alguno del dinero de sus seguidores. Su esposa comerciaba con tabaco y de ello vivían. Una vez, cuando uno de sus hijos se enfermó y su vida corría peligro, su mujer entró a su despacho y dijo: “¿Ayudas a todos con tus rezos y a nuestro hijo no?” Le respondió: “Pensemos detenidamente si no hemos obtenido algún disfrute indebido de algo que pertenezca a uno de los jasidim”. La Rabanit reconoció que una vez, al estar en una situación muy difícil, recibió ayuda de uno de los seguidores de Gur. Le dijo: “Devuelve lo que tomaste y comprométete a que de ahora en más no tendrás disfrute alguno de los jasidim, ni siquiera algo mínimo, y ya no volveremos a tener dificultades o sufrimiento en la cría de nuestros hijos” (extraído del libro del Rabino Ytzjak Brumberg, de bendita memoria, sobre el Sfat Emet).

El ideal y la corrección que se debe efectuar de momento

Después de todo, la situación correcta es que todas las sinagogas cuenten con rabinos que enseñen Torá, atiendan ampliamente las necesidades de la comunidad y reciban por ello un salario ordenado de acuerdo con reglas conocidas y razonables. De esa manera, no habrá profanación sino santificación del Nombre Divino. Sin embargo, no parece que ello vaya a ocurrir pronto, y por ese motivo propuse volver a las raíces para desde allí florecer. La raíz es que los sabios de Israel están preceptuados de enseñar Torá honorariamente, y el público a su vez está preceptuado de respetar a quienes la enseñan, y en caso de que no haya más remedio, que estas personas sean los rabinos de las sinagogas.

O sea, los estudiosos de la Torá que de todas maneras se ganan el sustento por medio de una ocupación (por lo general a través de la docencia), y sin que medie rol rabínico alguno de todas maneras acostumbran a asistir a la sinagoga para los rezos de Shajarit, Minjá y Arvit y establecen tiempos fijos para el estudio de la Torá – corresponde pedirle a ellos que se sienten en el “Mizraj”, en el sitial de honor en la primera fila e impartan una clase fija a diario, amén de enseñar y decir palabras de Torá en los Shabatot y en las festividades.

Así, aumentará el número de personas que entiendan la importancia de la función del rabino en las sinagogas y comunidades, y hallarán la manera de poder pagarles un salario fijo, cuanto menos como compensación por el lucro cesante (sjar batalá). Esto tendrá como cometido permitirles realizar su función con mayor suceso y potenciar el estudio de Torá entre los adultos, jóvenes y niños, tanto para quienes asisten asidua y regularmente a la sinagoga como para aquellos que lo hacen de manera esporádica, contribuyendo así al esplendor de la Torá, el pueblo y la tierra de Israel.

El estatus de los maestros

A propósito, cabe elogiar a los delegados de los ministerios de economía y educación y a la Sra. Yafa ben David que es la secretaria general del sindicato docente de primaria por haber firmado el año pasado un acuerdo salarial que mejora significativamente el salario de los docentes, especialmente el de los nuevos. De este modo, han avanzado en el camino correcto que incentiva el ingreso de nuevas fuerzas a la acción educativa. En el acuerdo se fijó un incremento salarial de unos mil quinientos NIS al mes para los maestros principiantes, y para los poseedores de más antigüedad en el cargo de menos de cien NIS al mes. Así, en la práctica, resulta que un maestro principiante que trabaje como tutor adscripto (mejanej) en tiempo completo a partir del año que viene recibirá unos diez mil NIS mensuales, y los más veteranos unos diecinueve mil. Esto se suma además a amplios beneficios como salarios vacacionales y otros.

Es relevante contar esto porque muchos piensan que el salario docente es peor de lo que es en realidad, y así, jóvenes idealistas que estarían dispuestos a dedicarse y entregarse a la sacra labor educativa prefieren otras profesiones, al pensar que como maestros no podrán mantener a sus familias. No obstante, la realidad es mejor de lo pensado.

Esperemos que también el sindicato docente actúe con este espíritu y se preocupe principalmente por los maestros principiantes, pues la brecha entre los nuevos y los veteranos es demasiado grande (de acuerdo con comparaciones de índices internacionales) y el futuro de la educación depende del ingreso de jóvenes a la profesión docente.

Cabe esperar que en el futuro el estatus y el salario de los docentes continúe mejorando para que al sistema educativo se incorporen los mejores jóvenes y los más aptos, pues de ello depende nuestro futuro.

No se trata de una esperanza lejana, ya que resulta que con el correr de los años el trabajo práctico y el tecnológico serán realizados principalmente por computadoras y el público comprenderá que la inversión en educación es la más importante de todas, ya que por su intermedio los alumnos serán mejores tanto académica como moralmente, amén de más inteligentes y creativos. Por supuesto que ello se manifestará en una inversión general mayor en el sistema educativo y en el salario de los maestros y profesores, y los estudiosos de la Torá que sean parte de estos equipos docente podrán fungir también como rabinos de sinagogas. “¡Los buenos, que vayan a la educación!”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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