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Las bendiciones del disfrute (birkot hanehenín) y la cualidad de ser agradecido

Las bendiciones del disfrute (birkot hanehenín) y la cualidad de ser agradecido

Las bendiciones del disfrute establecen el valor moral del agradecimiento en el ser humano, y a partir de estas el individuo aprende a valorar a quienes lo rodean y a agradecerle al Creador del mundo.

Alguien pleno de reconocimiento por el bien recibido es un individuo alegre, cuya visión está centrada en lo bueno de su existencia, y por el contrario, el desagradecido no es feliz pues siempre siente que no fue suficientemente atendido.

Nuestros sabios establecieron bendiciones separadas para los frutos del árbol y para los de la tierra, para abundar en alabanzas a HaShem.

Lo que define si la bendición es por el fruto del árbol o el de la tierra es el marchitamiento del tronco año tras año.

Pregunta proveniente de una muchacha joven: Me resulta difícil conectarme con el deber de bendecir antes y después de ingerir un alimento, además, ello me resulta pesado y cansador. ¿Por qué es tan importante hacerlo?

Respuesta: En efecto, es preciso profundizar en la comprensión del valor del recitado de la bendición para entender que se trata de un deber que en realidad es un gran obsequio, que la verdad y el bien en él contenidos se extienden a todos los ámbitos de la nuestra vida.

El valor del agradecimiento entre el hombre y su prójimo

En primer lugar, las bendiciones expresan el importante valor moral del agradecimiento. Para comprenderlo como corresponde, nos referiremos primeramente a la importancia del reconocimiento del bien recibido entre el hombre y su prójimo. Una persona que sabe agradecer es alguien capaz de salir de su burbuja egoísta y conectarse al mundo circundante y verlo con buenos ojos. A raíz de ello, podrá relacionarse con quienes lo rodean con humildad y valorar todo lo bueno que ellos le prodigan. No piensa que todos deben servirlo, y por ello, valorará todos los favores y obsequios que su familia y amigos le otorguen.

Sin embargo, no alcanza con que les agradezca únicamente en el interior de su corazón, es preciso que exprese su sentir con palabras de gratitud para que de esa manera los alegre, el amor entre ellos crezca, el deseo de todos por realizar buenas acciones se intensifique y así el bien se extienda desde ellos a todos quienes los rodeen.

Sin embargo, el desagradecido peca de soberbio al pensar que todas las demás personas deben servirlo, y por ello, no siente la necesidad de agradecerles por el bien que le han prodigado. Esta persona tampoco será feliz, pues siempre sentirá que no fue atendido como corresponde ni suficientemente bien tratada. Además, afecta negativamente a su entorno al causar en su familia y amigos decepción tras haber realizado buenas acciones.

El agradecimiento a HaShem y el obsequio que trae oculto en su interior

El mayor agradecimiento merece ser dirigido al Creador, que hizo el mundo todo con Su bondad, con gracia y compasión. “Alabad a HaShem porque es bueno – pues Su benevolencia es eterna”. Sin embargo, Él, bendito sea, no precisa nuestras loas, pero quiso prodigarnos un bien y nos dio la posibilidad de agradecerle y bendecirle, tal como fue dicho: “Comerás, te saciarás y bendecirás a HaShem tu D’s” (Devarim-Deuteronomio 8:10). De este modo, la fe natural que anida en el interior del ser humano logra manifestarse, y así este se acostumbra a percibir la generosidad Divina que lo acompaña constantemente y a alegrarse por ello. Esta práctica conlleva en sí varios obsequios.

El primero: Una profunda alegría de vivir. Uno de los problemas más difíciles que enfrenta el hombre es que tiende a ver todo lo bueno en su vida como algo obvio y natural, centrando su pensamiento solamente en aquello que le falta, y así, su existencia está siempre plena de dolor y frustración. Sin embargo, si presta atención a todas las cosas buenas de su vida, podrá disfrutar y alegrarse por ellas. Las bendiciones dirigen la visión del hombre hacia lo bueno y lo alegre de su existencia. Incluso cuando inicialmente no se tiene esta intención al recitar las bendiciones, a través de un proceso lento y gradual estas hacen que se profundice la contemplación de todo lo bueno de la vida, y cuanto mayor sea la intención, más se fortalecerá la visión positiva y con ella la alegría de vivir.

El segundo obsequio: Valor espiritual. Por medio de las bendiciones logramos prestar atención a la chispa divina que vivifica a cada alimento, y de esa manera, nuestro disfrute de la comida adquiere profundidad y significación. “Pues no solamente de pan vive el hombre sino de todo aquello que sale de la boca del Eterno vivirá el hombre”. Esto es, la comida en sí nutre al cuerpo y el prestar atención al hecho de que HaShem creó el mundo y vivifica a los alimentos nutre a la mente (Nefesh), al espíritu (Ruaj) y al alma (Neshamá). Así, la ingesta de alimentos adquiere una significación en el ámbito de los valores, por medio de la cual el ser humano logra conectarse con su Creador y agradecerle.

El tercer obsequio: A través de la contemplación y el agradecimiento a D’s por el bien que le otorga al hombre, este fortalece su voluntad de apegarse a HaShem y transitar por Sus sendas, recibiendo así de su alimentación la fuerza y la vitalidad necesarias para incrementar la bendición en el mundo, y actuar en pos de su reparación con justicia, equidad, benevolencia y compasión.

Cabe suponer que el recitado de bendiciones con intención (kavaná) también habrá de resultar beneficioso para quien desea hacer dieta y le cuesta perseverar en ella. En la medida en que la persona recite las bendiciones con mayor intención y concentración (kavaná) obtendrá una satisfacción más profunda de su ingesta, y así, logrará moderar su inclinación a excederse con la comida.

La abundancia de D’s fluye a través de las bendiciones

Más aun, por medio de las bendiciones se incrementa la vida en el mundo, ya que esta depende de la conexión entre el universo y su Creador, que es la fuente de la vida, y por ende, con cada bendición que recitamos se genera un conducto de abundancia a través del cual descienden al mundo rocíos de bendición y vida. Este es el significado de la palabra ‘bendición’ (berajá en hebreo) – incremento y multiplicación, tal como fue dicho: “Y bendecirá tu pan” (Shemot-Éxodo 23:25), con la intención de que D’s lo incremente y lo multiplique. Asimismo, fue dicho: “Te amará, te bendecirá y te multiplicará; bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu cereal, tu mosto y tu aceite; la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas, sobre la tierra que ha prometido a tus patriarcas, para darte a ti” (Devarim-Deuteronomio 7:13). Aquí, la intención del vocablo ‘bendecirá’ alude a que D’s incrementará y multiplicará el fruto de tu vientre y de tu tierra. HaShem mismo es completo e infinito y no precisa suplemento alguno. La bendición radica en que por medio de nuestro agradecimiento por el bien que nos prodiga, nos habrá de incrementar la abundancia aún más, para que logremos apegarnos a Sus caminos o cualidades sumando bien y dicha al mundo.

Todo lo bueno demanda un esfuerzo

Toda cosa buena que posee un valor verdadero es preciso esforzarse y esmerarse para obtenerlo, tal como dijera Rabí Ytzjak: “Si alguien te dice: me esforcé y no obtuve nada – no le creas, no me esforcé y obtuve algo – no le creas, me esforcé y obtuve – créele” (Tratado de Meguilá 6(B)).

Otro tanto ocurre respecto del acostumbramiento a ver lo bueno del mundo, la capacidad de agradecer por ello y en virtud de esta facultad poder alegrarse profundamente, de modo tal que la alegría impulse a la persona a multiplicar la abundancia y la bendición de todos aquellos que la rodean. Para ello, es preciso estudiar muy bien el tema de las bendiciones y sus reglas, practicar su cumplimiento, y en virtud de ello alcanzar todos los beneficios y la abundancia que en ellas anidan.

Dado el gran valor que encierra el recitado de bendiciones, nuestros sabios dijeron que quien desee ser una persona piadosa debe ser cuidadoso en sus bendiciones (Tratado de Baba Kama 30(A)), ya que por medio de estas suma bondad y abundancia al mundo.

Bueno para D’s y bueno para los hombres

Por medio del acostumbramiento a bendecir a D’s por todo lo bueno que nos otorga, el ser humano aprende a prestar atención a las cosas buenas de la vida. No las percibe como obvias, y a raíz de ello puede agradecer más profundamente a todas las personas que le prodigan cosas buenas.

Otro tanto ocurre en toda la Torá – los preceptos del hombre para con D’s y del hombre para con el prójimo están conectados entre sí y se potencian entre sí. Cuanto mejor es una persona con D’s, mejor es con las demás personas, y cuanto mejor sea con las personas mejor será con D’s. Por ello, dijeron nuestros sabios que una persona justa (tzadik) es “buena para D’s y buena para las creaturas” (Tratado de Kidushín 40(A)).

La diferencia entre los frutos de la tierra y los del árbol

Pregunta: ¿Por qué los sabios separaron entre las bendiciones por los frutos de la tierra y las de los frutos del árbol y no fijaron una misma para los dos?

Respuesta: En general, es preferible recitar una bendición específica para cada tipo de alimento, ya que cada variedad alimentaria le otorga al ser humano un beneficio y un deleite singulares, y si recita por todas las especies una bendición única y general no podrá expresar la abundancia que HaShem influye sobre el mundo. Por otra parte, si se ha de recitar una bendición particular por el durazno y otra por la naranja, y así sucesivamente con todas las especies, no se alcanzará el objetivo general del Santo Bendito Él en Su mundo, sino que el individuo se hundirá en los múltiples detalles del mundo material. Por medio de la institución de las bendiciones para tipos diferentes de alimentos, por una parte, se da expresión al carácter particular de la abundancia divina, y por la otra, se manifiesta también su carácter general.

Por lo tanto, la división es entre los frutos de la tierra y los del árbol. Los primeros crecen rápidamente, en cuestión de pocos meses con posterioridad a su siembra o plantado ya dan fruto, y en estos, la fuerza simple de la tierra es mejor percibida. Por su parte, el fruto del árbol atraviesa por un proceso complejo: en los primeros años el árbol precisa crecer y formarse y solamente después, por medio de un proceso relativamente prolongado comenzará a captar nutrientes de la tierra, los absorberá, asimilará y comenzará a dar sus frutos. Cabe decir que el fruto de la tierra expresa lo básico y lo simple, al tiempo que el fruto del árbol expresa complejidad y sofisticación, y por lo general su sabor es más profundo y rico.

La banana – fruto de la tierra que está exento de la prohibición de orlá

La definición de árbol es importante también a los efectos del cumplimiento del precepto de orlá, según el cual está prohibido ingerir u obtener beneficio de los frutos de los primeros tres años, ya que rige únicamente sobre los frutos del árbol.

La principal diferencia entre un árbol y un vegetal que permanece en la tierra durante varios años es que el tronco de este último se marchita cada año y vuelve a crecer desde sus raíces al siguiente, al tiempo que el tronco del árbol y sus raíces perduran y se fortalecen año tras año y de este siguen creciendo a lo largo del tiempo más ramas y frutas.

Según esto se define si se recita la bendición por el fruto de la tierra (adamá) o del árbol (etz). Por ello, en el caso de la banana se recita “Boré Prí Haadamá” aunque el banano se eleve a una altura de unos cuatro metros y se vea como un árbol, ya que cada año su tronco y sus raíces se marchitan y vuelven a brotar desde su bulbo, motivo por el cual es considerado una verdura (Pninei Halajá Berajot 8:2, Kashrut 2:8).

Las berenjenas

Surgió una pregunta respecto de las berenjenas, ya que su tronco permanece de un año para el siguiente. El Jidá escribió (Birjei Yosef Yoré Deá 294:4) en nombre de su abuelo el Rabino Abraham Azulay que las personas justas solían adoptar una actitud estricta y no comerlas, no sea que rija sobre estas la prohibición de orlá. Sin embargo, en la práctica, sobre las berenjenas no rige la norma de orlá ya que son totalmente diferentes de un árbol, dan fruto desde el primer año, al segundo sus frutos se reducen en cantidad y descienden en calidad y no producen más que tres años. Tal como aprendimos en la Torá, un árbol da frutos cuanto menos durante cinco años, y sus frutos se multiplican y mejoran en el quinto (Vaikrá-Levítico 19:23-25). Además, si vamos a decir que las berenjenas se consideran como árbol igualmente nunca recaerá sobre estas la prohibición de orlá ya que tras tres años dejan de dar fruto y no resulta lógico que la Torá prohíba por completo un fruto determinado (Pnei Moshé Yoré Deá 294:4, Igrot Reaiá 468).

La papaya y la pasiflora

De acuerdo con esto, la norma de la orlá tampoco recae sobre la papaya ni sobre la pasiflora ya que estas dan fruto en el primer año y hasta el quinto su producción decrece, y en muchos casos, el árbol tampoco resiste en pie cinco años. Si bien hay quienes adoptan hacia estas especies una actitud estricta, la opinión principal o central de las autoridades halájicas es la de aquellos que las autorizan (Pninei Halajá Kashrut 2:8).

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