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El Rav Tzví Yehudá Kuk – El educador de una generación

  • Las yeshivot, las mejinot (academias preparatorias previas al enrolamiento al ejército) y las midrashot (seminarios para mujeres) fueron establecidas bajo la inspiración del Rav Tzví Yehudá y abrevan de su Torá.
  • Mi nombre propio se debe a un sueño que tuvo el Rav Tzví Yehudá con Eliezer.
  • Nuestro maestro, el Rav Tzví Yehudá, era también apreciado por grandes rabinos del sector jaredí.
  • Era muy firme en la cuestión de la tierra de Israel con un especial énfasis en el respeto al estado judío y sus autoridades, directivas que supo transmitir a sus numerosos discípulos.

Nuestro patriarca Abraham es también denominado «Abraham, aquel que me ama». El «amaba a las creaturas» por completo.

Solamente sobre la base de nuestro patriarca Abraham (Abraham Avinu) podemos llegar a la figura de nuestro maestro Moshé (Moshé Rabenu). La Torá llegó a nosotros porque Moshé la recibió en Sinai, pero las cualidades características de nuestra conducta provienen de Abraham Avinu. Moshé Rabenu es el nieto de Abraham Avinu: no se accede a la Torá sino sobre la base de las virtudes puras de la conducta, la delicadeza personal y el mérito de Abraham Avinu.

Él fue el padrino de mi circuncisión, y fui llamado Eliezer en virtud de un sueño que tuvo el Rav Tzví Yehudá cuando nací. Este sueño me lo mencionó en decenas de las veces que acudí a visitarlo. Cada vez que él pensaba que en la habitación podía hallarse alguien que no conociese la historia volvía a contarla, a pesar de que los presentes ya la conocían y eso me causaba perplejidad.

El Rav Tzví Yehudá era sensible y atento a los temas públicos generales. En su primer mandato como primer ministro, Ytzjak Rabin dijo que no le «molestaría tener que visitar Gush Etzión con una visa jordana». El Rav se escandalizó y quedó muy dolido, y en su discurso de Yom Ha’Atzmaut del 5734 (1974) dijo: «A él no le importa, pero a nosotros, a la generalidad del pueblo de Israel sí le importa», y agregó, «el que oye que oiga y el que no quiera oír que no oiga» (parafraseando a Ezequiel 3:27).

 

Nuestro maestro y rabino el Rav Tzví Yehudá

 

Con motivo del cuadragésimo aniversario del fallecimiento de nuestro maestro y rabino el Rav Tzví Yehudá Kuk, de bendita memoria (14 de Adar del 5742), corresponde rememorar la figura luminosa de quien tuviera el mérito de seguir los pasos de su gran padre y elaborar, discernir y establecer los fundamentos de la Torá de la redención. De ese modo logró encumbrar la magnitud del estudio de la Torá del público sionista religioso al punto de que, por efecto de su impulso, surgieron decenas y cientos de yeshivot, mejinot, midrashot y ulpenot para chicos y chicas. Así, el público sionista religioso adquirió trascendencia transformándose en un actor influyente en la vida pública israelí, al grado de lograr modificar el mapa de la tierra de Israel por medio del establecimiento de asentamientos en Judea, Samaria, Gaza y el Golán.

 

Nuestro maestro y rabino el Rav Tzví Yehudá Kuk nació en una noche de Seder de Pesaj del año 5651 (1891) para beneplácito de su padre el Rav Abraham Ytzjam HaCohen Kuk, que en aquel entonces ejercía el rabinato en la localidad de Zwimel. Cuando tuvo trece años su familia se asentó en la tierra de Israel y su padre fue nombrado rabino de Yafo y de las colonias agrícolas. Luego, el Rav Tzví Yehudá ascendió a Jerusalém y allí estudió en la yeshivá «Torat Jaím». Desde su más tierna infancia, el Rav Tzví Yehudá creció a la luz de la Torá de su notable padre. También cuando estudiaba y aprendía donde otros rabinos, su padre siempre se mantuvo como su principal referente de Torá en el más cabal sentido de la palabra. Desde el Cielo se dieron las circunstancias de modo tal que durante la primera guerra mundial el Rav Kuk y su hijo el Rav Tzví Yehudá se encontraban en Europa. Volver a la tierra de Israel no podían, por lo que permanecieron unos dos años en Suiza. Durante ese período el Rav Tzví Yehudá estudiaba en dupla con su padre. Mucho tiempo después relataría que en ese tiempo alcanzaron a estudiar «toda la Torá dos veces».

 

Esta semana escuché del Rabino Iser Kalonsky Shlita, en una disertación que dictó en nuestra yeshivá, una bonita definición: Nuestro maestro el Rav Kuk proyectó luminarias y su hijo el Rav Tzví Yehudá pavimentó sendas para estas. Nuestro maestro el Rav Kuk se entregó a la escritura de la Torá y el Rav Tzví Yehudá se entregó a la educación de las personas.

 

El vínculo especial

 

Tengo un vínculo singular con el Rav Tzví Yehudá HaCohen Kuk, de bendita memoria, ya que es el rabino principal de mi padre y maestro. Yo también tuve el mérito de verlo infinidad de veces en los años de mi infancia. Teniendo aun tres años, recuerdo eventos junto el Rav Tzví Yehudá, cuando mi padre y yo nos sentábamos a su lado y frente a él. Dado que por lo general se generaban aglomeraciones a su alrededor, mi padre me insinuaba que ceda mi silla y me siente sobre sus rodillas. Y así, como niño pequeño, sentado sobre las rodillas de su padre, escuchaba al Rav Tzví Yehudá en las celebraciones de Yom Ha’Atzmaut en la yeshivá nueva y en la vieja, en su casa y en su sucá, en las festividades y en los ayunos del 9 de Av cuando estudiaba el tratado de Guitín de la Guemará o el Midrash Eijá Rabá.

 

A veces, viajábamos junto a él a diferentes eventos, como a uno que tuvo lugar en Gush Etzión, y también recuerdo que en una oportunidad, en la noche del 28 de Yiar, cuando las personas reunidas en el Kotel danzaban y se transportaba al Rav en automóvil en esa dirección, nosotros estábamos junto a él. También estuve presente en la famosa disertación del Rav en el décimo noveno aniversario de nuestra independencia, previo a la guerra de los seis días, en la cual exclamó en un tono casi profético: “¿Dónde está nuestra ciudad de Jevrón?”, “¿Dónde está nuestra ciudad de Shjem?”, ¿Dónde está nuestra ciudad de Yerijó?”, “¿Acaso las olvidamos?”. Si mal no recuerdo, viajamos a ese evento desde el barrio de Guiv’at Mordejai junto al Rabino Yehudá Amital, de bendita memoria, quien en aquellos tiempos ya poseía un automóvil. Desde que cumplí catorce años y hasta su fallecimiento, acudí de modo permanente a todas sus clases, y en más de una oportunidad le formulé preguntas sobre cuestiones espirituales puntuales que resultaban mi interés. Pude también compartir numerosas veces su mesa sabática. En una ocasión, cuando asistí a su casa junto a mi buen amigo y compañero de estudios en el kolel el Rabino Zeev Sultanovich, escuchamos al Rav Tzví Yehudá lamentarse aquejado por fuertes dolores; a su médico de cabecera, el Dr. Shossheim, de bendita memoria, explicándole la gravedad del caso e instándolo a acudir a un hospital porque no había alternativa de tratarlo en el hogar y a su fiel ayudante, el Rabino Yosi Badiji acompañándolo, temeroso por su bienestar.

 

Escogió mi nombre

 

Él fue el padrino de mi circuncisión, y fui llamado Eliezer en virtud de un sueño que el Rav Tzví Yehudá tuvo cuando nací. Este sueño me lo mencionó en decenas de las veces que acudí a visitarlo. Cada vez que pensaba que en la habitación podía hallarse alguien que no conociese la historia volvía a contarla, a pesar de que los presentes ya la conocían y eso me causaba perplejidad. En más de una oportunidad, cuando había personas nuevas, prefería sentarme lejos para que no me viese y así no volviese a contar la anécdota.

 

Escribiré aquí por primera vez la historia que el Rav Tzví Yehudá solía contar.

Cuando el Rav se enfermó y tuvo que ser internado en el hospital Sha’arei Tzedek, una noche le anunciaron durante un sueño: “Eliezer llega. ¿Acaso no lo sabes? Eliezer llega”. Se despertó perplejo y expectante y pensó que a lo mejor se trataba del Rabino Eliezer Woldenberg, autor del libro de responsa Tzitz Eliezer que estaba por venir a visitarlo, o quizás de la visita del Rabino Eliezer Waldman, de bendita memoria, su dilecto alumno. Y hete aquí que en ese momento ingresó a su habitación mi padre, en aquel entonces un joven Avrej (estudiante de yeshivá ya casado) muy apegado a él, a avisarle que acababa de nacerle un hijo varón primogénito en otra habitación del mismo hospital. El Rav Tzví Yehuda le preguntó: “¿Quizás en vuestra familia tengan alguna persona llamada Eliezer?”, ya que acababa de soñar que “Eliezer llega”. El Rav Tzví Yehudá solía terminar el relato con una gran sonrisa y les mostraba a los presentes: “Y he aquí a Eliezer”.

Mi padre me contó que, entre mi nacimiento y mi circuncisión, todos los días venía al hospital a visitar a mi madre (en esos días las parturientas permanecían internadas cuanto menos una semana) y luego pasaba a visitar al Rav Tzví Yehudá, quien le preguntaba día tras día si mi madre y él habían ya decidido qué nombre darme y si pensaban llamarme Eliezer, y le contaba el sueño que había tenido. Dado que mis progenitores no tenían en sus planes llamarme Eliezer, mi padre fue a consultar al Rabino Shalom Natán Ra’anán, de bendita memoria, jefe de la Yeshivá y yerno del Rav Tzví Yehudá, cómo proceder. El Rabino Ra’anán le dijo: «La intención del Rav Tzví Yehudá es que llames al bebé Eliezer». Y así se hizo.

 

Amor a las creaturas

 

Innumerables veces tuvimos el mérito de escuchar de boca de nuestro maestro y rabino el Rav Tzví Yehudá HaCohen Kuk, de bendita memoria, sobre la mishná que reza: “Ama a las creaturas y las acerca a la Torá” (Tratado de Avot 1:12). Lo interesante de la cuestión es que se trata de dos temas independientes el uno del otro. “No fue dicho: Ama a las creaturas para acercarlas a la Torá. Ese es un amor falso. El amor a las creaturas es un valor en sí, y de este se desprende el acercamiento a la Torá. ¿De cuáles creaturas se trata? Con certeza de aquellas que se encuentran lejos de la Torá, pues a estas es necesario acercar, y también a ellas resulta preceptivo amar” (Sijot HaRatzia a Vaikrá pág. 30); “amor a las creaturas – ¡valioso en sí!, ¡absoluto!, ¡verdadero!, ¡natural!, ¡normal!, ¡Divino!, y en virtud de ello las acerca a la Torá”. “En primer lugar los judíos deben acostumbrarse a cumplir el mandato de ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’, este es un precepto de la Torá, es preciso acostumbrarse a observarlo por largo tiempo, ya que es el fundamento de todo. Nuestros sabios, de bendita memoria, nos dicen que ‘amarás a tu prójimo como a ti mismo’ es toda la Torá, el fundamento de todo y la raíz de todo. Luego, es posible interpretar cómo y de qué manera (acercar a las personas alejadas)”. “Es preciso limpiarnos de la impureza del odio de aquellos estudiosos de la Torá y jefes de yeshivá que profanan el Nombre de D’s y en nombre de la Torá promueven la difusión del odio a las creaturas, D’s nos libre, D’s nos salve” (Sijot HaRatzia Midot, pá. 35, Am Israel pág. 212).

 

Hay quienes se aferran al versículo de los Salmos que reza “¿Acaso HaShem, no he de odiar a quien te odia?”, y hay metodologías educativas que ponen énfasis en esta idea como pilar en la formación. Hacen del odio a las creaturas un fundamento básico, so pretexto que de esa manera se defienden a sí mismos. Resulta curioso que nunca se denominó a un justo y erudito en el pueblo judío como ‘odiador de Israel’. Por el contrario, escuchamos de algunas personas especiales que fueron llamadas ‘el justo, erudito y sagrado que ama a Israel’” (en HaTorá HaGoelet IV pág. 160).

 

Un estudioso verdadero de la Torá ama a las creaturas

 

Nuestro maestro y rabino el Rav Tzví Yehudá también nos enseñó que Nuestro patriarca Abraham es también denominado «Abraham, aquel que me ama». El «amaba a las creaturas» por completo.

Solamente sobre la base de nuestro patriarca Abraham (Abraham Avinu) podemos llegar a la figura de nuestro maestro Moshé (Moshé Rabenu). La Torá llegó a nosotros porque Moshé la recibió en Sinai, pero las cualidades características de nuestra conducta provienen de Abraham Avinu. Moshé Rabenu es el nieto de Abraham Avinu: no se accede a la Torá sino sobre la base de las virtudes puras, la delicadeza personal y el mérito de Abraham Avinu. En la medida que un estudioso de la Torá se hace más y más aplicado en sus estudios, en la medida que se hace más apto a la definición de erudito que recibe el nombre de ‘Moshé Rabenu’, más pleno de amor a las creaturas debe estar” (Sijot HaRatzia Midot pág. 13).

Entonces, de las palabras del Rav Tzví Yehudá, de bendita memoria, aprendemos que resulta necesario anteponer el valor del amor a las creaturas al de la Torá, pues esta última tiene por cometido traer bendición al ser humano, por lo que en primer lugar resulta necesario ser una buena persona, que descubra su valor, y a partir de ello que ascienda guiado por las directivas de la Torá. De no mediar esto, la Torá puede transformarse para la persona en un elixir de muerte, hacerla poseedora de mal ojo y buscadora de pleitos. HaShem ama a Sus creaturas al tiempo que este devoto errado se conduce como un malvado, aparentemente actuando en aras de la causa de la Torá, odiando a todo aquel que no acepta su opinión, la cual él considera equivocadamente como las palabras de la mismísima Torá.

 

Su sumisión y dedicación a las enseñanzas de su padre

 

Resulta difícil describir la sumisión o anulación del Rav Tzví Yehudá ante su padre. El Rav Kuk tuvo numerosos discípulos y seguidores, pero creo que el Rav Tzví Yehudá era el más especial de todos. Dedicó toda su vida a difundir las enseñanzas de su padre, desde su temprana juventud y hasta el final de sus días se dedicó a enseñarlas y explicarlas. Así se condujo cuando tenía alrededor de veinte años al trabar contacto con los eruditos jóvenes de la tierra de Israel, así como en sus encuentros con escritores hebreos en la ciudad de Yafo. Lo mismo hizo cuando rondaba los treinta años, viajando por Europa, visitando un rabino tras otro y un líder jasídico tras otro para instarlos a emigrar hacia la tierra de Israel y para hacer conocer las ideas de su padre. Lo mismo hizo más adelante cuando se tornó director espiritual de la Yeshivá Merkaz HaRav y se dedicaba a tutorar a los alumnos, solía mantener largas conversaciones con ellos en las cuales les explicaba las enseñanzas de su padre. Cuando el Rav Kuk falleció, el Rav Tzví Yehudá tenía entonces cuarenta y cuatro años, consagrándose entonces a reunir y publicar los escritos de su padre tanto en cuestiones de halajá como de fe.

En aquellos años posteriores al fallecimiento del Rav Kuk la Yeshivá de Merkaz HaRav perdió de su brillo y su nivel disminuyó. En ese tiempo muchos de sus alumnos no valoraban como correspondía la importancia de las enseñanzas del Rav Kuk. Por supuesto que admiraban su rectitud y su genialidad en el estudio, pero no comprendían la profundidad de su prédica. Se trataba de otra yeshivá mediocre más en la ciudad de Jerusalém. Cuando el Rav Tzví Yehudá alcanzó la edad de sesenta comenzó a fungir como jefe de la Yeshivá de Merkaz HaRav. A partir de ese momento esta comenzó a desarrollarse, el gran espíritu de las enseñanzas del Rav Kuk elevó e inspiró a los alumnos y la gran visión de la Torá de la tierra de Israel comenzó a cobrar forma al interior de sus muros.

 

Estudio de la fe

 

El Rav Tzví Yehudá entendió que la gran carencia de la aquella generación era la falta de estudio de la fe, ese era el motivo por el cual tantas personas abandonaban el manantial del agua de la vida y se iban en pos de culturas extrañas. Ese era el motivo por el cual los estudiosos de la Torá ya no influían en el público general como antaño. Por ello se dedicó de entero a completar esta carencia, y dedicó todas sus clases a enseñar fe. Por supuesto que el estudio de la Guemará y la Halajá eran de suma importancia a sus ojos, ya que sin estas disciplinas no existe la Torá. Pero la carencia acuciante se encontraba en el ámbito del alma de la Torá, esto es, en el estudio de la fe. Así enseñó durante décadas: Tanaj, Cuzarí, Maharal, La Senda de los Justos, Orot, Orot HaTeshuvá, Orot HaTorá, amén de abundar en conversaciones personales con distintos alumnos a quienes solía guiar y aconsejar.

 

Las grandes maravillas

 

De tanto en tanto, los alumnos contaban relatos sorprendentes sobre cosas que el Rav Tzví Yehudá dijo o predijo y se cumplieron en la realidad.

Sin embargo, el portento más sorprendente y maravilloso radica en la revolución educativa que llevó adelante. Despertó y provocó un enorme deseo de estudiar Torá en el seno del público sionista religioso. Logró conectar el gran idealismo de la juventud sionista religiosa con su raíz sagrada, la Torá, al grado de que en virtud de su prédica surgieron decenas de yeshivot e instituciones educativas en las cuales se formaron decenas de miles de jóvenes.

A consecuencia de su acción educativa surgió el movimiento de Gush Emunim (lit. ‘el bloque de los fieles o de los creyentes’) el cual generó un cambio radical en el mapa del país cuya geografía comenzó a ornamentarse con decenas de poblados nuevos en Judea, Samaria, Gaza y el Golán. La corriente colonizadora que surgió del seno de esta casa de estudio porta una gran buena nueva para la existencia y para el futuro del Estado de Israel.

 

Junto a los grandes maestros de la Torá

 

Una vez, el Rav Tzví Yehudá formuló una crítica al accionar del Gran Tribunal Rabínico (a raíz de que se opusieron a un dictamen del Rav Goren, de bendita memoria) e invitó a sus miembros a una reunión en su residencia. A pesar de que carecía de todo puesto o cargo oficial, en reconocimiento a su grandeza en la Torá, todos los miembros del Gran Tribunal asistieron a la reunión para escuchar sus observaciones. Mi padre y maestro me contó que también el gran sentenciador halájico, el Rav Eliashiv, de bendita memoria, que en aquel momento era miembro del tribunal, concurrió a dicho encuentro. Lamentablemente, varios de los asistentes y entre ellos el Rav Eliashiv no aceptaron su opinión.

 

Escuché que en otra ocasión, mientras se encontraba en un casamiento, apareció un judío de unos sesenta años que lucía como un estudioso de la Torá e intentó convencer al Rav Tzví Yehudá para que le permitiese fungir como ayudante o asistente en cuestiones rabínicas. Luego se averiguó de quién se trataba, resultó ser el Rabino Ben Tzión Aba Shaul, de bendita memoria, autor del libro de responsa ‘Or Letzión’, que quería tener el mérito de cumplir con el precepto de asistir a un estudioso de la Torá.

 

Escuché un testimonio de primera mano que el rabino y cabalista Mordejai Shar’abi, de bendita memoria, consideraba al Rav Tzví Yehudá una gran persona cuyas palabras son más escuchadas en el Cielo que las suyas propias.

 

Una vez consulté al Rav Tzví Yehudá por qué hay tantos rabinos que se oponen a la línea del Rav Kuk. Me preguntó de qué rabinos se trataba. Le respondí: Por ejemplo, el Rabino Yekezkel Serna, de bendita memoria (que era el Jefe de la Yeshivá de Jevrón y presidente del Consejo de Sabios de la Torá Agudat Israel). Me respondió: Estábamos en muy buenas relaciones. Aquí, en el sitio en el cual has tomado asiento, él solía sentarse cuando venía a visitarme. Luego me enteré de que en efecto, ambos rabinos mantenían un vínculo muy especial, y que el Rabino Yejezkel Serna visitaba asiduamente al Rav Tzví Yehudá en su residencia, y que cuando se encontraban, solían saludarse con efusivos abrazos y besos.

 

Durante una alegría de Sheva Berajot de uno de los estudiantes de la yeshivá de Merkaz que se casó con la hija de uno de los principales de la Yeshivá de Slobodka en el pasado, a la cual asistieron los principales rabinos de la Yeshivá de Jevrón y entre ellos el Rabino Yejezkel Serna, asistió también el Rav Tzví Yehudá. El Rabino Serna, que era un líder más importante y de mayor edad que el Rav Tzví Yehudá le propuso a este último decir unas palabras de Torá. En un inicio el Rav Tzví Yehudá se negó, y cuando le solicitó nuevamente aceptó y habló. Después de ello, el Rabino Serna dijo: «Feliz de la generación en la que los grandes hacen caso a los pequeños».

 

Su visita a la Yeshivá de Ponevezh

 

Mi tío, el Rabino Abraham Remer, de bendita memoria, contó: Una vez el Rav Tzví Yehudá quiso viajar a la Yeshivá de Ponevezh para estudiar los escritos del Aderet (su tío abuelo) que allí estaban archivados. Al enterarme que pensaba viajar solo, decidí sumarme y acompañarlo. En la entrada de Ponevezh me dijo que el Rabino Cahaneman tiene un gran mérito por haber establecido una gran institución de Torá pero que pendía sobre sus alumnos una gran mancha por haber humillado en ella a dos grandes eruditos, al Rabino Herzog y al Rabino Unterman, ambos de bendita memoria, y la reacción de la yeshivá ante esa inconducta no había sido suficientemente estricta.

 

El Rabino Cahaneman recibió al Rav Tzví Yehudá con respeto y simpatía, pero le dijo: Ingresemos mejor por la entrada lateral y no a través de la sala de estudio. Luego, el Rav Tzví Yehudá le dijo al Rabino Remer que con certeza el motivo de ello era evitar que estudiantes extremistas lo humillen poniendo al Rabino Cahaneman en una situación incómoda. El Rav Tzví Yehudá agregó que para su pesar, el Rabino Cahaneman carece de la valentía necesaria para poner en su lugar a los muchachos maleducados.

Al salir, el Rabino Cahaneman le preguntó cómo pensaba viajar de regreso, y al responder el Rav Tzví Yehudá que en autobús el Rabino Cahaneman le dijo que el tiempo es Torá y que mejor viaje en un taxi. Cuando llegamos a Tel Aviv le pregunté: ¿Cómo hemos de viajar? Y el Rav Tzví Yehudá contestó: «Es preceptivo obedecer las instrucciones de los sabios», y en efecto, viajamos en taxi (según Gadol Shimushá 48).

Tal como parece, las mismas semillas de la humillación pública de los estudiosos de la Torá son la causa de los dolorosos eventos que allí suceden en nuestros días.

 

Algunas de sus prácticas

 

El Rav Tzví Yehudá estuvo siempre completamente imbuido en temas de Torá y relativos al pueblo de Israel sin jamás pensar en sí mismo. Varias veces ayunó días enteros sin darse cuenta. Jamás consumió artículos suntuarios ni salió de vacaciones. Su padre, el Rav Kuk, solía vacacionar y a veces el Rav Tzví Yehudá se le sumaba para asistirlo y aprender de él. Pero por sí mismo jamás salió de vacaciones. Tampoco estaba pendiente de la calidad de los alimentos que ingería, y jamás dijo que le gustaba o que prefería tal o cual alimento. Durante décadas, desde que su esposa falleciera, su principal alimento en días de semana era pan con queso.

Ya mayor, pasados los ochenta, al hacerse muy conocido y en virtud de las multitudes que se agolpaban en la puerta de su hogar para recibir de él consejos y aliento, acostumbraba a encerrarse en su casa en las horas de la mañana para poder estudiar Torá sin ser molestado. Una vez, cuando se requería de su asesoría para resolver una cuestión complicada golpearon fuerte a la puerta de su habitación y no respondió, hasta que el Rabino Neria, de bendita memoria, que se encontraba bajo su ventana gritó al interior de su habitación que se trataba de un tema referente a la generalidad del pueblo de Israel y recién entonces abrió.

 

Grandeza y memoria

 

El Rav Tzví Yehudá poseía una memoria fenomenal y un dominio absoluto de las fuentes. Se cuenta que una vez vinieron a verlo el jefe de la Yeshivá de Jevrón, el Rabino Yejezkel Serna y su pariente el supervisor educativo de la misma yeshivá el Rabino Meir Jadash y los tres hablaron palabras de Torá. A cada cita del Talmud o del Midrash que se mencionaba el Rav Tzví Yehudá señalaba la fuente exacta de la cual provenía.

Sin embargo, por lo general no hacía gala de su dominio de las fuentes, y solamente cuando era consultado por una cita en particular respondía. Asimismo, cuando alguien citaba una fuente de un modo inexacto, solía realizar la observación pertinente y corregir.

Se cuenta que después del Holocausto, cuando se trajo a la Biblioteca Nacional libros salvados provenientes de sinagogas y casas de estudio en Europa, en muchos casos estos carecían de su portada por lo que en reiteradas oportunidades los bibliotecarios desconocían los títulos y los autores de varios de los volúmenes. Para remediar esta situación solían traer los tomos en cuestión al Rav Tzví Yehudá que conocía a la perfección miles de libros, y a veces, al hojear la obra, lograba recordar su título del libro y el nombre de su autor.

 

«Justos» enfrascados en discusiones

 

Cuando se refería a personas que se enfrascaban en discusiones, el Rav Tzví Yehudá nos narraba con sus propias palabras los conceptos de nuestros sabios (Bamidbar Rabá 18:20) respecto de la mujer de On Ben Pelet, quien salvara a su marido de participar de la diatriba de Koraj y sus seguidores y por ende de ser tragado por la tierra: «Su mujer era piadosa y por su mérito él se salvó. En un inicio se vio arrastrado por el grupo de Koraj, su mujer le suplicó que se apartase de la polémica pero él no conseguía hacerlo. Él le dijo: Pronto van a venir a llamarme. Su mujer le respondió: Me voy a sentar afuera un tanto desfachatadamente, vestida con un estilo provocativo y con todo mi cabello suelto, y dado que ellos son «justos», al verme se escaparán. Y en efecto, así fue. Tanto en las generaciones pasadas como en la actualidad, los que se enfrascan en duras discusiones son «justos». Nuestros sabios los llaman malvados, pero ellos se consideran a sí mismos «justos», «temerosos (jaredim)»‘ (Sijat HaRatzia Bamidbar pág. 195).

 

Su postura respecto a la imposición religiosa

 

Extraído de una entrevista:

Pregunta: Es sabido que el Rav era uno de los promotores de la «Liga contra la Imposición Religiosa».

 

Rav Tzví Yehudá: «Es cierto. En su momento le dije a los miembros de la liga que tienen toda la razón. Odio la imposición religiosa. ¿Con qué justicia y con qué rectitud es posible intentar imponer religión a una persona? Lamentablemente, luego descubrí que entre sus miembros había quienes odiaban la religión… pero en cierto sentido ellos son realmente justos y hubo entre nosotros una comprensión recíproca. Junto a esta mesa, «la liga» recibió varios buenos consejos respecto de cómo evitar la imposición religiosa».

 

Pregunta: ¿Acaso el Rav entiende que en el país existe imposición religiosa?

 

Rav Tzví Yehudá: En una oportunidad dije que las cuestiones del Estado se solucionan por medio de la Kneset (el parlamento). No hay ningún otro mecanismo democrático para resolver estos problemas, y si estas son las leyes que se promulgaron es necesario cumplirlas, no se trata de imposición» (BaMa’arajá HaTziburit, editado por el Rabino Yosef Bramson, pág. 122).

 

La «Liga contra la Imposición Religiosa»

 

Extraído del libro «Mashmía Yeshuá», que fue escrito por rabinos importantes de entre sus alumnos (pág. 221): «La Liga contra la Imposición Religiosa» fue fundada tras el establecimiento del Estado con el objetivo de luchar contra la imposición en cuestiones religiosas. Cuando el Rav escuchó sobre la conformación de este movimiento pidió incorporarse. Pagó su cuota de miembro asociado por el valor de una lira, no poco dinero en aquellos tiempos. El primer recibo emitido lleva su nombre. El Rav se refirió respecto de su afiliación a esta institución durante una reunión de la que participaron  cientos de rabinos en favor de la independencia del Supremo Rabinato de Israel (y así habló en aquella gran reunión): ‘Desde el punto de vista de la Torá, en nuestra actual situación no hay lugar para la imposición religiosa, y mucho menos para el terrorismo jaredí de la imposición personal»‘.

 

También extraído de allí: «En conversaciones internas en la yeshivá, el Rav explicó que su membresía a la liga se basaba en su concepción básica de que en cuestiones religiosas era necesario educar y acercar pero que no se debía imponer. Tras varios años, el Rav dejó sin efecto su afiliación a dicha institución y lo fundamentó en el hecho de que funcionaba como una ‘liga para la imposición antirreligiosa’ y no como una ‘liga contra la imposición religiosa’. O sea, su apoyo a la lucha contra la imposición religiosa fue profunda y principista, al grado de que el primer recibo de miembro de la liga fue emitido a su nombre.

 

La tierra de Israel

 

A diferencia de las cuestiones de imposición religiosa – por aquellas vinculadas a la tierra de Israel sí luchó, ya que se trata de un precepto general del cual depende la existencia del pueblo de Israel tanto en la esfera espiritual como la física, una cuestión de vida o muerte. Sin embargo, a la par de sus posturas firmes en lo relativo a la tierra de Israel que enfurecieron a los partidarios de la izquierda, jamás destrató o humilló a sus contrincantes. Más aun, estaba seguro de que sus posturas fortificarían al Estado de Israel, ya que sabía que se originaban en su sentido de responsabilidad nacional y en su amor al país y a su pueblo. En efecto, así era. Sus alumnos no renegaron de las instituciones oficiales israelíes y todos los valores que estas encierran ni siquiera en los momentos más difíciles, como, por ejemplo, durante la expulsión de Gush Katif. Sus discípulos continuaron impulsando a sus propios alumnos a servir en el ejército y a cargar con la responsabilidad por la generalidad de la sociedad y con todos los desafíos que enfrenta el Estado de Israel.

 

El Rav Tzví Yehudá era muy sensible y atento a los temas públicos generales. En su primer mandato como primer ministro, Ytzjak Rabin dijo que no le «molestaría tener que visitar Gush Etzión con una visa jordana». El Rav se escandalizó y quedó muy dolido, y en su discurso de Yom Ha’Atzmaut del 5734 (1974) dijo: «A él no le importa, pero a nosotros, a la generalidad del pueblo de Israel sí nos importa», y agregó, «el que oye que oiga y el que no quiera oír que no oiga» (parafraseando a Ezequiel 3:27). Dijo también: «Hay que hacer temblar cielo y tierra ante semejantes insensateces» (ver LeHiljot Tzibur, pág. 226). Así, durante varios días repetía una y otra vez que un primer ministro que se expresa de esa manera no puede presidir el gobierno de Israel. Sus alumnos se sorprendieron, ya que el gobierno se apoyaba en una amplia mayoría parlamentaria, y ¿cómo sería posible que un primer ministro que parece tan sólido en su gobierno pierda su jefatura? Tras un par de semanas, a raíz de la llegada de unos aviones en víspera de Shabat, el gobierno cayó.

Escuché al Rabino Goldwicht, de bendita memoria, Jefe de la Yeshivá de Kerem BeYavne, decir al Rav Tzví Yehudá: «¿El espíritu de santidad irrumpió en nuestra Casa de Estudio?» El Rav Tzví Yehudá dijo que no se trataba de espíritu de santidad (nivel bajo de profecía, N. de T.) sino que simplemente era necesario saber diferenciar entre carencia y descomposición. A veces la carencia es muy grande, pero aun resulta posible seguir viviendo con ella hasta que sea reparada. Pero cuando lo que hay es descomposición o putrefacción, la situación es muchísimo más grave y ya no se puede continuar como antes.

 

Con sus alumnos

 

El Rav Tzví Yehudá solía acercar a sus alumnos con gran amor, al grado de cada uno de estos se sentía como su hijo único. Se interesaba por su vida personal, estaba atento a sus pensares y se dedicaba a menudo a guiarlos y a aconsejarlos.

Sus alumnos le preguntaron una vez si el Rav Kuk (su padre), de bendita memoria, se había expresado respecto de la poetisa Rajel. Respondió negativamente y pidió leer su libro. Sus alumnos le dijeron: «Si el Rav Kuk no se refirió a sus poemas seguramente no eran importantes». El Rav Tzví Yehudá preguntó: «¿Acaso su libro os interesa?». Cuando le respondieron afirmativamente dijo: «Sepan que todo aquello que es de vuestro interés lo es también del mío». Tras leer el libro comentó sobre el artículo que describe el paseo tras las huellas del cristiano (Gadol Shimushá pág. 50).

 

Su vínculo a la construcción del país

 

Mi tío el Rabino Remer, de bendita memoria, contó: Un grupo de miembros del movimiento del kibutz religioso tenía que estudiar un mes en la yeshivá. Entre los alumnos permanentes surgió la queja de que no había capacidad locativa para recibirlos, y que a los efectos de reforzar la atmósfera religiosa de la institución era necesario primeramente que se cohesionase más el cuerpo estudiantil fijo. El Rav exigió con toda firmeza que se recibiese a este grupo, diciendo que «todo pensamiento de desconectar nuestra yeshivá del movimiento de la colonización trabajadora no tendrá lugar». Y me obligó a hacerme responsable de la recepción del grupo (Gadol Shimushá pág. 36).

Si bien la yeshivá pagó un cierto precio interno por recibir a los miembros del kibutz, por el mérito del gran espíritu que imperaba en su interior sus egresados se elevaron a niveles encumbrados, su Torá alcanzó a la generalidad del pueblo de Israel y gracias a ello tuvieron una enorme ayuda del cielo en el establecimiento y la fundación de poblados, yeshivot, midrashot (seminarios para mujeres) y mejinot (preparatorias pre enrolamiento). Con ese espíritu, la Torá de la tierra de Israel se engrandece e irradia su bendición al pueblo y al país.

 

Deceso

 

Dos días antes de su fallecimiento mi padre y maestro lo visitó en el hospital Sha’arei Tzedek y el Rav le rogó que lo devolviese a su casa. «Preciso ir a casa ‘pues allí es su casa’ (parafraseando a Samuel I 7:17). Por distintas razones preciso estar ahora en mi casa, obra conmigo con benevolencia y llévame». Mi padre se dirigió al médico, pero este le dijo que el estado de salud del Rav era delicado y que de ninguna manera podía salir del hospital. La respuesta del médico desilusionó enormemente al Rav Tzví Yehudá que aun insistía en regresar a su casa.

Dos días después, cuando el Rav falleció, mi padre se dirigió al Rav Abraham Shapira, de bendita memoria, y le contó sobre le pedido especial que el Rav Tzví Yehudá le hiciese y que en virtud de ello correspondía que al menos el cortejo fúnebre pasase por su hogar. Y así fue. El cortejo fúnebre que comenzó en la Yeshivá de Merkaz HaRav pasó por su casa y de allí se dirigió al Monte d ellos Olivos, donde fue enterrado junto a su gran padre.

Su espíritu late aun en el seno de sus discípulos que propagan sus enseñanzas por todo el país, educando en el amor sin límite al pueblo de Israel y en la entrega absoluta a la Torá.

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