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Una mescolanza de pueblos (Erev Rav) salió también de Egipto junto a nuestros antepasados

  • Durante la salida del pueblo de Israel de Egipto, muchos de los habitantes de ese reino pidieron sumarse a nuestra nación y Moshé Rabenu, en su gran humildad, decidió aceptarlos.
  • En virtud de las dificultades que les surgieron a nuestros antepasados a raíz de la incorporación del Erev Rav, nuestros sabios aprendieron que los conversos son difíciles para el pueblo de Israel como la soriasis lo es para la piel.
  • Siguiendo el ejemplo de Moshé Rabenu, nuestro maestro el Rav Kuk, de bendita memoria, se dedicó abnegadamente a la tarea de reunir las chispas de santidad ocultas en el seno de personas que estaban muy alejadas de la Torá.

A pesar de que en un principio HaShem había advertido a Moshé Rabenu de que no convirtiese al judaísmo a toda la mescolanza de pueblos que deseaban salir con nosotros de Egipto, nuestro maestro, siervo fiel de D’s, decidió sí hacerlo porque a sus ojos no era correcto rechazar a quien desease convertirse. Y además, en caso de que hubiese pospuesto la conversión hasta que los gentiles en cuestión fuesen dignos de incorporarse a priori, cabía temer de que podría haberse perdido la oportunidad de hacerlo, y al llegar el momento de su rectificación no hubiese resultado posible convertirlos, y los hijos de Israel deberían tener que pasar por duros exilios y penurias para devolverlos al seno de nuestra nación.

Cuando los judíos salieron de Egipto se les sumaron numerosos prosélitos de entre los egipcios y las demás naciones a las que la Torá denomina Erev Rav o ‘gran mescolanza’, tal como fue dicho: “Se trasladaron los hijos de Israel de Ramsés a Sucot, como seiscientos mil a pie, hombres, aparte de los infantes. Y también una mezcla numerosa de personas ascendió con ellos…” (Shemot-Éxodo 12:37-38). Luego de que vieron las diez plagas con las cuales HaShem castigó a los egipcios, esta multitud de gentiles reconoció la virtud del pueblo de Israel y de su líder Moshé, tal como fue dicho (ídem 11:3): “HaShem dispuso la gracia del pueblo ante los ojos de los egipcios, también el hombre Moshé era muy grande -en la tierra de Egipto- a ojos de los servidores de Par’ó y a ojos del pueblo”. Es en virtud de ello que muchos pidieron ser convertidos. “Dijo D’s: Todo aquel que ama a mis hijos que venga y se alegre junto a ellos. Los egipcios honestos se acercaron y celebraron el Pesaj junto a los hijos de Israel y salieron de Egipto junto a estos, ‘Y también una mezcla numerosa de personas ascendió con ellos’” (Shemot Rabá 18:10).

Los prosélitos que se sumaron al sacrificio de Pesaj

Tal como parece, hubo egipcios que desde el inicio de la labor de Moshé procuraron incorporarse al pueblo de Israel, y resultaba claro que era oportuno y adecuado aceptarlos. Respecto de ellos HaShem le ordenó a Moshé que en caso de que se circuncidasen, se convirtiesen y se sumasen al pueblo de Israel deberían participar de la ofrenda del sacrificio pascual, tal como fue dicho: “Empero si morare contigo forastero e hiciere Pesaj para HaShem: habrá que circuncidarle todo varón y entonces podrá acercarse para ofrecerlo y será cual nativo del país. Empero todo incircunciso no comerá de él. Una sola ley habrá, para el nativo y para el forastero que mora en medio de vosotros” (Shemot-Éxodo 12:48-9 y ver Rambán a Bamidbar-Números 9:14).

Moshé Rabenu, que era humilde y virtuoso fue quien los convirtió

En la medida en que se intensificaron las plagas aumentó el número de quienes pidieron sumarse al pueblo de Israel, por lo que HaShem le dijo a Moshé: “…sacaré a Mis ejércitos; a Mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto” (Shemot-Éxodo 7:4), esto es, sin muchos prosélitos, empero Moshé Rabenu dijo: “Es bueno que conversos se apeguen a la Presencia Divina” y los aceptó (Rashí a ídem 32:7). Y estos son los que hicieron pecar al pueblo de Israel por medio del becerro de oro en la cercanía del Monte Sinai. Sobre esto le dijo HaShem a Moshé: “Ve, desciende, ya que ha dañado tu pueblo, el que hiciste subir desde la tierra de Egipto” (ídem). Dijeron nuestros sabios: “Moshé dijo: Soberano del universo, ¿por qué los consideras mi pueblo? El Santo Bendito Él le respondió: Son tu pueblo, pues estando aun en Egipto te dije que no mezclaras a los judíos con esa gran mescolanza. Tú, que fuiste humilde y virtuoso, me dijiste: Siempre se recibe a quienes retornan en arrepentimiento. Y Yo sabía qué era lo que habrían de hacer estas personas en un futuro, por lo que te dije que no los aceptases, pero acepté tu voluntad, y ellos son los que hicieron el becerro y causaron que Mi pueblo pecase” (Shemot Rabá 32:7).

El Erev Rav hizo pecar al pueblo de Israel

En el libro del Zohar se explica (II 191 a) que en el seno de la gran mescolanza había brujos y magos egipcios que vieron que el poder de HaShem superaba al de todas sus brujerías, por lo que se rindieron ante Él y pidieron sumarse al pueblo de Israel. HaShem le advirtió a Moshé que no los aceptase. Moshé le dijo a HaShem: “Soberano del universo, por haber contemplado Tus proezas es que desean convertirse, que vean Tus maravillas a diario y sepan que no hay ninguna deidad salvo Tú”, y dado que HaShem no le dio una orden expresa de que no los aceptase, Moshe Rabenu, el fiel siervo de D’s, los aceptó y los convirtió. Tras la entrega de la Torá, al demorarse Moshé en descender del Monte Sinai, estas personas perdieron toda esperanza de que regresase y procuraron hacer una estatua por cuyo intermedio pudiesen conectarse con HaShem y con Su siervo, y a través de sus actos de hechicería hicieron que el oro que Aharón había fundido cobrase la forma de un becerro. Y ellos son los que dijeron: “Estos son tus dioses Israel, los que te hicieron subir desde la tierra de Egipto” (Shemot-Éxodo 32:4, Vaikrá Rabá 27:8)

Con posterioridad al pecado del becerro de oro, el Erev Rav hizo que el pueblo de Israel incurriese en otro pecado, tal como fue dicho: “Empero en el seno del vulgo que estaba en medio del pueblo se despertó el deseo, por lo que volvieron a llorar también los hijos de Israel y dijeron: «¿Quién nos dará de comer carne?” (Bamidbar-Números 11:4). El vulgo son los integrantes de la gran mescolanza antes mencionada (Bamidbar Rabá 15:24; Rashí)

El problema de los conversos

No pensemos que solamente en la conversión del Erev Rav se suscitaron problemas, ya que el Rambám aprendió de esta y aplicó la experiencia al resto de las conversiones, tal como escribiese: “Por ello dijeron nuestros sabios: los conversos son difíciles para el pueblo de Israel como la lepra, pues en su mayoría retornan en arrepentimiento por algún interés, e inducen a los judíos al error, y luego de que se convierten resulta difícil separarlos. Sal y aprende de lo ocurrido en el desierto con el becerro de oro y cuando se desató la pasión por la carne en Kivrot HaTaavá (en hebreo, literalmente ‘los sepulcros del deseo’), y la gran mayoría de las veces que el pueblo de Israel puso a D’s a prueba fue el vulgo aquel que inició los diferentes episodios” (Hiljot Isurei Biá 13:18). Y a pesar de todo esto, nuestros sabios no dejaron sin efecto el precepto de aceptar prosélitos, ya que de este depende el advenimiento de la redención, no obstante, señalaron el enorme desafío que implicaba acercarlos.

La raíz de las almas del Erev Rav se origina en el pueblo de Israel

El Arizal explicó que la raíz de las almas del Erev Rav pertenece a las del pueblo de Israel, esto es, que en su origen se trata de judíos, pero al momento de salir de Egipto muchos de ellos aún no se encontraban en un nivel de refinamiento suficiente que les permitiese convertirse a priori. Por ello, en un inicio HaShem no quería que Moshé los convirtiese (Sha’ar HaPesukim pág. 107). Sin embargo, cuando Moshé pidió aceptarlos como prosélitos HaShem no condenó semejante acción, pues si bien se trataba de un procedimiento que habría de implicar muchas complicaciones y sufrimientos, el beneficio resultante en términos de reparación del mundo sería enorme, pues de esa manera no se perderían esas chispas sagradas del pueblo de Israel y el Nombre de HaShem se engrandecería y consagraría, generando una abundante bendición en el mundo.

El significado de las complicaciones

A los efectos de entender las complicaciones surgidas a raíz de la aceptación de los miembros del Erev Rav como prosélitos, es preciso explicar que el proceso de reparación del mundo implica necesariamente que se lleven a cabo numerosos discernimientos, de modo tal que en cada etapa se presenten nuevos desafíos, y desde los abismos del alma emerjan asperezas y residuos malos a la par de voluntades e ideas buenas. En la medida en que el pueblo de Israel se refina, profundiza más y más en la revelación del bien que anida en su seno, supera las pruebas que se le presentan y se eleva, las asperezas y los residuos se separan de la nación y esta continúa su proceso ascendente.

Cuando el pueblo de Israel no logra refinarse, entonces las asperezas y los residuos se intensifican y prevalecen, y de acuerdo con la medida de esta intensificación más o menos judíos son aquellos que caen en la tentación, pecan y descienden. A raíz de las dificultades que resultan de este proceso descendente, los judíos retornan en arrepentimiento y se libran de las impurezas malas y continúan creciendo de cara a la próxima etapa. Al sumar o incorporar a la gran mescolanza, el pueblo de Israel puede elevar grandes chispas de santidad, empero para ello debe enfrentar impurezas más potentes.

El Erev Rav es un gran tesoro

Con la incorporación del Erev Rav en los días del éxodo se concretizó uno de los objetivos del exilio en Egipto, el sumar a la nación prosélitos cuyas almas están conectadas desde su origen con el pueblo de Israel y a raíz del pecado del primer Adam se perdieron entre las naciones del mundo. Estas, se despertaron y desearon convertirse a causa del proceso emancipatorio por el que pasaban los judíos. La incorporación de prosélitos fue una de las promesas que le hiciese HaShem a nuestro patriarca Abraham: “Y luego, saldrán con grandes posesiones” (Bereshit-Génesis 15:13). Así lo explicó el Panim Yafot (ídem 15:13). Y así lo escribió el Sfat Emet: “Es sabido que los hijos elevaron de la tierra de Egipto grandes chispas de santidad que allí se encontraban… “y también una gran mescolanza ascendió”, es la gran mezcla de luminarias de santidad que se encontraban sumidas en Egipto… y este es el gran tesoro… y todo fue para cumplir con la promesa que le fuese hecha a Abraham, el primero de los prosélitos, cuya única voluntad era acercar a todos los seres humanos a HaShem” (Parashat Bó año 5643). Luego explica que el pecado del becerro de oro sobrevino en virtud de las grandes riquezas que detentaban, oro y plata, pero también el Erev Rav, “…pues era necesario un gran trabajo a los efectos de rectificarlos e incorporarlos paso a paso. En efecto, sin duda que con la ayuda de HaShem todo será reparado hasta la redención futura, y por eso es una alabanza que hayan seguido las indicaciones de Moshé”.

Las asperezas del Erev Rav

Durante todas las generaciones, cuando nuestros sabios identificaban a un judío que no tenía piedad por sus semejantes, deducían que había preponderado en este un aspecto del Erev Rav que no había sido reparado aun (Talmud Babilonio Tratado de Beitzá 32(B)). Esto significa que el aspecto positivo del Erev Rav ya fue absorbido o incorporado al pueblo de Israel, al tiempo que las impurezas remanentes, que son denominadas “gran mescolanza”, no son personas específicas sino características de la conducta que siguen formando parte de las almas del pueblo de Israel. La maldad principal que manifiestan aquellos judíos en los que se expresan residuos de las asperezas del Erev Rav se caracteriza por un odio enconado a su propio pueblo, la negación de la singularidad del pueblo de Israel y la asociación con sus enemigos (Maamarei Raaiá pág. 55). El Gaón de Vilna resumió las cinco modalidades existentes de Erev Rav, siendo la peor de todas ellas aquella que implica la promoción de discusiones, diatriba y discordia, “…y el hijo de David no habrá de llegar hasta que estos sean borrados del mundo” (Even Shlomó 11:8).

Moshé Rabenu actuó intuyendo cuál era la voluntad de D’s

Si bien en un inicio HaShem le había advertido a Moshé Rabenu que no convirtiese al judaísmo a toda la mescolanza de pueblos que deseaba salir con nosotros de Egipto, nuestro maestro, siervo fiel de D’s decidió sí hacerlo porque entendía que no era correcto rechazar a quien deseaba convertirse. Y en caso de que se hubiese pospuesto la conversión hasta que los gentiles en cuestión hubiesen sido dignos de incorporarse a priori, cabe temer que se podría haber perdido la oportunidad de hacerlo, y al llegar el momento de su rectificación no hubría resultado posible y los hijos de Israel habrían de tener que pasar por duros exilios y penurias para devolverlos al seno de nuestra nación.

En efecto, HaShem no contradijo a Moshé porque deseaba que Su siervo fiel se voluntarizase y los convirtiese por propia iniciativa, asumiendo la responsabilidad de enseñarles Torá y entregándose con abnegación a la tarea de sacar a relucir el bien oculto que anida en el interior de estas personas. O sea, por medio de su abnegada entrega hacia el pueblo de Israel, hacia quienes estaban vinculados a él y entre ellos al Erev Rav, Moshé Rabenu reveló la voluntad de HaShem de que no se pierda ninguna fuerza vital. Y a pesar de los sufrimientos y las complicaciones, todos estos individuos habrán de sumarse finalmente al pueblo judío en aras de reparar el mundo bajo la soberanía de D’s, con el objetivo de cumplir plenamente la voluntad de Divina y manifestar Su bendición.

Nuestro maestro el Rav Kuk es el seguidor de Moshé Rabenu

De esta manera, en todas las generaciones, los grandes estudiosos de la Torá, los que siguen el camino de Moshé Rabenu, los pastores fieles, aquellos que aman al pueblo de Israel, los que están deseosos de que se revele la totalidad de la Torá y se propague por el mundo la santificación del Nombre Divino, trabajan con abnegada entrega en aras de reunir las chispas de santidad acercando a la observancia a personas que se habían alejado, así como también a prosélitos.

Si bien se trata de un proceso complejo y difícil, de todas maneras, justamente por su intermedio es que las palabras de la Torá logran manifestarse de un modo más profundo y claro, y por este motivo los grandes maestros de Israel se dedican a esta labor con denodado esfuerzo y ahínco (Igrot Raaiá II 555, Shmoná Kvatzim VII 137-138).

Nuestro maestro el Rav Kuk, escribió (Shmoná Kvatzim II 35) también que de los hijos de los insolentes que se salen de la senda normativa saldrán en un futuro grandes profetas, de un nivel similar al de Moshé Rabenu, y el más profundo de los bienes se revelará por su intermedio. Además, escribió (ídem 115) que el aspecto mesiánico de Moshé Rabenu se manifestó en el hecho de que logró también acercar a personas de sencilla condición y a prosélitos. Y dice allí: “Toda gran alma tiene contacto con todas las ramas que se originan en sus propias raíces, debiendo reparar sus defectos, y tiene el mérito de acercar a los alejados en una mayor medida de lo que las condiciones objetivas podrían permitirlo, porque reconoce que estas personas están vinculados a ella” (I 326).

Cuanto mayor es la persona, más remotamente se extienden sus ramas, y estas todo lo abarcan, y lo que aconteció con Moshé Rabenu ocurre también con todos los grandes maestros de todas las generaciones.

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