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La transmisión de la tradición respecto de las especies Kasher

  • A pesar de las diferencias de opiniones y la tensión ideológica existente, los moshavim religiosos del norte del país ejercieron una no desdeñable influencia general sobre sus vecinos seculares.
  • El ‘Banquete Tradicional’ que propulsó el Profesor Zohar Amar junto con el nieto del Rabino Kapaj y el Consejo Regional de Biniamín trae bendición al mundo por cuanto que transmite el legado de la ingestión de las especies animales puras y preserva el estilo de la alimentación acostumbrado en los días del Templo.
  • Cuando una congregación determinada detenta una tradición sólida y confiable, las demás comunidades pueden apoyarse en ella.

“Alrededor mío todos araban, y desde mi parcela se ve Sdé Ya’akov como sobre la palma de mi mano. He aquí un agricultor de Sdé Ya’akov esperando la llegada del Shabat como a un buen amigo. Con el toque de la campana cesó en sus labores. Su ánimo es excelente. Se apura en regresar a su casa. Termina los últimos arreglos en el patio, sacude de sí todo yugo laboral, es un hombre libre. Un agricultor hebreo en la tierra de Israel”.

El precepto de devolver un objeto perdido está redactado en un lenguaje especial, “No podrás ignorarlo”. Tal como fue dicho: “No habrás de ver el buey de tu hermano ni su oveja perdidos e ignorarlos, se lo habrás de devolver a tu hermano… lo mismo harás con su burro, su vestimenta y todo aquello que tu hermano perdiese y tú hubieses de encontrar, no podrás ignorarlo” (Devarim-Deuteronomio 22:1-3). Esto viene a enseñarnos que este precepto particular, al igual que todos los demás que rigen entre el hombre y su prójimo, deben estar sellados en el alma de la persona al grado de sentir que no puede no cumplirlo, es incapaz de ver a su hermano perder algo manteniéndose indiferente y sin intentar ayudarle.

A veces, cuando nos ocupamos de una cuestión referida a juzgar al prójimo con ojo benevolente o estrecho, y en virtud de ello evaluamos si vale la pena sostener o no un debate, resulta difícil encontrar una brújula que indique el camino indicado a seguir. Cuando el amor y el interés por el prójimo se transforman en una segunda naturaleza, cabe la posibilidad que el juicio sea el apropiado, cumpliendo con el precepto que indica “con rectitud habrás de juzgar a tu prójimo”.

SDÉ YA’AKOV Y KFAR YEHOSHÚA

Recientemente fue publicado el libro de mi alumno el Rabino Dr. Aminadav Ytzjaki titulado ‘Maamín Uzorea’ (Cree y Siembra) que es una síntesis de su investigación sobre las colonias o asentamientos agrícolas religiosos. En su labor académica, sigue los pasos de su padre el Prof. Moshé Ytzjaki quien también le ayudó en la edición del libro.

Este tema me resulta especialmente grato, tanto por su valor intrínseco como por el hecho de que mi abuelo y mi abuela apellidados Wolk hicieron aliá desde Alemania y se asentaron en el Moshav Sdé Ya’akov que se encuentra en el Valle de Jezreel. Allí es donde mi madre nació y creció y los relatos de su infancia se condicen en gran manera con los testimonios traídos en el libro. El moshav se llama Sdé Ya’akov en memoria del Rabino Ya’akov Reines, de bendita memoria, y es el primer moshav (aldea agrícola) del movimiento ‘HaPoel HaMizraji’.

Junto con la tensión religiosa e ideológica existente entre el moshav religioso y sus vecinos seculares hubo también influencia recíproca. Por ejemplo, los miembros de Kfar Yehoshúa participaban de los festejos del ingreso de un nuevo rollo de la Torá en la sinagoga de Sdé Ya’akov. Asimismo, había algunos miembros del moshav Kfar Yehoshúa que iban en Shabat a Sdé Ya’akov para participar de los rezos con minián en la sinagoga. Poco antes de Yom Kipur, los habitantes de Kfar Yehoshúa solían organizar su propio minián, y a veces se dirigían a Rabí Shelomó Levín, que era poseedor de una voz muy agradable, para solicitarle que funja como oficiante. El rabino asentía y solía recorrer la distancia entre ambos moshavim vestido con su kitel (túnica) blanco y su manto de oración (en años especialmente lluviosos los miembros del minián solían bromear y sostenían que el año anterior probablemente Rabí Shelomó había pedido lluvias con excesiva vehemencia). Sus descendientes siguen su camino, y tuvimos el mérito de que al menos diez de estos viven con nosotros en Har Berajá.

EL SHABAT EN LOS DOS MOSHAVÍM

En el folleto que editó Kfar Yehoshúa se registra el testimonio personal que brindó unos de sus habitantes: “Yo trabajaba todo el día al ritmo adecuado a la temporada del año en la que nos encontrábamos, procuraba terminar el quebrado de la costra de la tierra sin revolverla en ese mismo día. Una tarde, en medio del trabajo escuché de repente una campana de alarma. De inmediato dirigí mi mirada hacia la aldea, pero no había humo… de repente me doy cuenta de que el son de la campana llega desde Sdé Ya’akov, recordé que era viernes y que en ese moshav acostumbraban a tocar la campana una hora antes de la puesta del sol. Esta era la señal para los agricultores de ese moshav de que cesasen en sus labores porque el Shabat se avecinaba. Me avergoncé de mí mismo, me faltaban pasar por unas franjas más y ya terminaba. Alrededor mío todos araban, azoté a las mulas, ¡apuraos!… un pensamiento perforaba mi mente: Según todo criterio ya completé una jornada laboral entera. También cuando era albañil en la ciudad los viernes solíamos trabajar únicamente siete horas. ¡Suelta a las mulas! ¡Vuelve a casa! ¡El Shabat se avecina!… tres franjas más, ahora solo dos. Alrededor mío todos araban, y desde mi parcela se ve Sdé Ya’akov como sobre la palma de mi mano. He aquí un agricultor de Sdé Ya’akov esperando al Shabat como a un buen amigo. Con el toque de la campana cesó en sus labores. Su ánimo es excelente. Se apura en regresar a casa. Termina los últimos arreglos en el patio, sacude de sí todo yugo laboral, es un hombre libre. ¡Un agricultor hebreo en la tierra de Israel! Mientras tanto yo termino el quebrado de la costra y regreso a casa después de la puesta del sol, y en mi corazón siento un pesar inexplicable. Mi compañero viaja también conmigo, nos ayudamos uno al otro, pero mi espíritu se siente incómodo. Mi vecino me dice: ‘¿Escuchaste la campana? Envidio a los agricultores de Sdé Ya’akov – continuaba – ahora ellos ya son libres y disfrutan del descanso y del Shabat mientras que yo aun debo descargar bolsas de la carreta, cortar verduras, ordeñar las vacas y llevar la leche a la lechería, ¿a qué hora voy a terminar?’ No le respondí, cada uno se dirigió a su patio. Comenzó a oscurecer. En mi corazón había dolor y angustia” (pág. 265).

LA ACEPTACIÓN DEL SHABAT EN LAS INMEDIACIONES DE KFAR HAROÉ

En los alrededores de Kfar HaRoé, los agricultores de los moshavim y kibutzim seculares solían labrar sus campos en Shabat al igual que en el resto de los días de la semana. Uno de los veteranos de Kfar HaRoé contó sobre su amigo Reubén Guelbar, de bendita memoria, cuyas tierras lindaban con las de Kfar Joglá y una vez un vecino secular le preguntó: “No entiendo, ¡es tan difícil obtener el sustento! Trabajamos durísimo durante toda la semana, incluido el sábado, ¿cómo es posible que tu cosecha no sea peor que la nuestra? Tú descansas en Shabat y no trabajas, ¿cómo es eso posible?” Guelbar le respondió: “¡Inténtalo por ti mismo, y verás que te funciona!” Al domingo siguiente, Reubén Guelbar volvió a encontrarse con su vecino, el cual le dijo: “Gracias. Mi mujer también te bendice, me vio en la casa un día entero”. A lo largo del tiempo el ejemplo de vida que brindaron los miembros de los kibutzim y moshavim religiosos surtió efecto, y para muchos de sus vecinos el Shabat se transformó en el día de descanso.

BANQUETE TRADICIONAL

El día 28 de Tamuz participé de un ‘Banquete Tradicional’ que es el ‘congreso de estudiosos de la Torá en aras de la preservación de la tradición de los animales puros y las reglas del Templo de Jerusalém’ organizado por el Prof. Rabí Zohar Amar, habitante de la localidad de Nevé Tzuf, en conjunto con el Departamento de Cultura Religiosa del Consejo Regional de Biniamín dirigido por el Rabino Ofer Kapaj, nieto del eminente Rabí Yosef Kapaj, de bendita memoria.

El primer objetivo de esta actividad es la de preservar la tradición de la ingestión de los animales puros. Según la halajá, la kashrut de las diferentes aves depende de si se acostumbran ingerir, ya que la Torá no nos brinda señales claras sobre qué aves son las aptas para ser comidas y en vez de ello nos da un listado de veinticuatro aves impuras cuya ingestión prohíbe. Nuestros sabios indicaron que todo aquel que conoce las veinticuatro especies en cuestión puede comer de todas las demás (Tratado de Julín 63 (B)). Sin embargo, con el correr del tiempo se fue perdiendo la pericia en el conocimiento de las veinticuatro especies impuras, y a los efectos de identificar las aves puras nos basamos en tres señales: 1) Un dedo extra. 2)  El esófago se ensancha formando una suerte de bolsa donde el alimento permanece o se almacena antes de pasar al estómago. 3) La bolsa que se encuentra dentro del estómago musculoso que muele los alimentos se puede pelar o retirar con la mano sin necesidad de emplear un cuchillo. Todo esto sumado a la señal general más clara y es que no se trate de un ave de rapiña (Tratado de Julín 59(A)). Sin embargo, dado que hubo casos en los cuales se pensó que un ave determinada era pura por corresponderse con las tres señales antes mencionadas y luego se descubrió que eran rapaces, se dictó la halajá por efecto de la cual no se confía en las señales a menos que se detente una tradición que indique que el ave en cuestión es pura, y en caso de carecerse de tradición – su consumo estará prohibido (Shulján Aruj – Ramá, Ioré Deá 82:2-3).

A los efectos de que no se pierda la tradición respecto de la pureza de distintas especies se llevan a cabo comidas y se filman para que queden documentadas y en ellas se declara que tal o cual especie es pura, éstas son sus señales y éste es su aspecto. Al ingerirse estas especies se cumple con la halajá en la práctica y se transmite la tradición a las tradiciones siguientes.

En la práctica, en este congreso se tocaron también otros temas, de modo tal que el banquete entero con sus dieciocho platos diferentes servidos fue un reflejo de las costumbres alimentarias en los días en que existía el Templo. Los artículos panificados se asemejaban a las ofrendas (menajot) sobre la base de harina que se presentaban en el Santuario, los postres, tal como era aceptado en esa época – eran ‘ashishot’, suerte de masa horneada con pasas de uva. Sin la participación de verduras o condimentos que no existían en la tierra de Israel en aquellos días. A lo largo del banquete se intercalaron disertaciones de doce rabinos e investigadores.

¿ES POSIBLE CONFIAR EN UNA TRADICIÓN DETENTADA POR UNA SOLA CONGREGACIÓN?

El tema sobre el cual diserté en este banquete fue el tenor de la autoridad que tiene la tradición de una congregación para todas las demás comunidades, o, si acaso los miembros de una congregación que acostumbró no comer una especie determinada pueden hacerlo confiándose en la tradición que detenta otra comunidad. El ejemplo más conocido es el del salta monte o langosta (jagav). O sea, ¿acaso un judío ashkenazí, oriental o de algunas regiones del Norte de África que no solía comer jagav puede hacerlo sobre la base de la tradición yemenita y marroquí?

En la práctica, cuando una congregación detenta una tradición clara respecto de la pureza del salta monte o de alguna especie de ave, las demás comunidades pueden confiarse en el legado de la primera a condición de que este sea considerado sólido y confiable y que el motivo por el cual solamente allí se comía obedece a que la variedad en cuestión únicamente existía en aquellas tierras durante todos estos años. Sin embargo, si los miembros de las demás comunidades que no acostumbraban a comer tal o cual especie la prohibían por un motivo determinado, por ejemplo, porque las señales despertaban dudas, o porque pensaban que la congregación que sí la come no es suficientemente cuidadosa en la transmisión de la tradición, o porque esa especie es demasiado semejante a otra impura y en caso de autorizarse la primera se corre el riesgo de equivocarse y terminar ingiriendo la impura, deben continuar con su costumbre de no ingerirla (Siftei Cohen 82:11 según el Rosh y el Rashbá). Sin embargo, los miembros de la congregación que sí acostumbraban a ingerir la especie en cuestión, siempre y cuando fuera con la anuencia de sus rabinos pueden continuar haciéndolo (Pninei Halajá Kashrut 17:6). Sin embargo, por lo que vemos en el Shulján Aruj esta cuestión está discutida. Según el Rashbá los miembros de una congregación tienen prohibido respaldarse en la costumbre de otra comunidad y según el Rosh esto está permitido. Empero, según la opinión del autor del Shulján Aruj esta discusión aplica únicamente para el caso en que la especie se encontraba en el país de ambas comunidades y una de ellas la ingería por poseer una tradición que lo avala y la otra, al carecer de ella, acostumbraba no comerla. Pero cuando la especie en cuestión no se halla presente en un país determinado, los miembros de la comunidad que lo habitan carecen de una tradición que indique que no debe ser comida y conforme todas las opiniones pueden basarse en la tradición de una comunidad en cuyo país existe la especie y poseen una tradición que indica que se puede consumir (ver Siftei Cohen 82:11).

Por lo tanto, los miembros de todas las congregaciones pueden comer del salta monte de acuerdo con las tradiciones de los judíos del Yemen y Marruecos. A los efectos de cumplir con esta halajá me dispuse a comer de la langosta que es una especie pura de insecto, pero para nuestra vergüenza el Rabinato de Israel no les autorizó a los organizadores incluirla en el banquete y solamente después de concluido este se lo pudo traer. Y entonces, cuando finalmente se trajo el jagav, me abstuve, porque para nuestros hábitos alimenticios este insecto genera una sensación de rechazo, y ya no supe si correspondía o no recitar una bendición por su ingestión. Por lo tanto, bendije ‘Shehakol’ por un vaso de agua, y junto a mi amigo el Rabino Badiji, junté coraje para comerlo para honrar así a los rabinos provenientes del Yemen y Marruecos que atestiguan que se trata de una especie kasher. En la práctica, su sabor resultó aceptable.

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