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“Mi corazón volverá a florecer y revivirá”

SUCOT 2023

“Mi corazón volverá a florecer y revivirá”

(extraído del poema Ismaj libí del Rav Abraham Ytzjak HaCohen Kuk, de bendita memoria)

 

Palabras de refuerzo de una mujer, madre de cuatro hijos, que enviudó a raíz de un atentado terrorista, volvió a casarse con un viudo padre de cinco hijos y recientemente les nació un hijo común.

El primer Rosh Hashaná viuda, mientras las palabras del poema que habla sobre el amarramiento de Ytzjak – “Et Shaarei Ratzón – Momento de apertura de los pórticos de la buena voluntad”- colman cada espacio de un corazón quebrado.

Sobre la decisión de volver a construir el hogar y sobre la elección del nombre para el nuevo bebé que llegó al mundo tras el complejo proceso que atravesó toda la familia.

Leyes referentes al estudio de la Torá durante la festividad y respecto de la ingesta de alimentos en la sucá para quienes están de paseo.

“Cuando volví al trabajo, un par de semanas después del atentado, comenzamos a enseñarle a los alumnos el poema del Rav Kuk “Ysmaj libí – mi corazón se regocijará” de cara al festival Kululam que llevamos a cabo a fin de año. En este poema hay una frase que al decirla siempre me atragantaba sin posibilidad alguna de evitarlo, y dice así: “Mi corazón volverá a florecer y revivirá”. No sabía si ello volvería a ser posible. No sabía si mi corazón podría volver a vivir, y no solamente vivir marchito, ¡sino florecer!

Que reestablece el límite de la viuda

Al finalizar Rosh HaShaná una mujer escribió palabras de fe y consuelo. Ella las compartió con mi esposa y conmigo y pensé que resultaría valioso traerlas a esta columna junto con algunos conceptos que escribiera durante su año de duelo. Se trata de una mujer que tuvo el mérito de casarse a una joven edad con un muchacho excelente y estudioso de la Torá. Les nacieron cuatro niños y él fue asesinado en un atentado terrorista. Pasado un tiempo, esta señora se volvió a casar con un hombre viudo padre de cinco hijos. Una vez que las familias se acoplaron, este año tuvieron la dicha de traer un hijo al mundo y llamarlo Eliá.

El primer año

Conceptos de la señora, dirigidos a su difunto marido, Dios vengue su sangre, que fueran escritos en el mes de Tishrei, ocho meses después de haber enviudado: “Quizás sea bueno que este año el mes de agosto haya concluido solo una semana antes de Rosh HaShaná. Así, la festividad estuvo menos tiempo en el aire y se mezcló con este nuevo inicio (el pasaje del puesto de tutor docente al puesto) de maestra de una sola materia que trabaja día por medio, de cartas que reciben los niños y no saben cómo firmarlas, de incertidumbre respecto de cómo se verá la ayuda en la casa en este año, en el que tendré más días sin ayuda que con ella. Cuando no hay a quien contarle cómo fueron los niños esta mañana al jardín de infantes, a la guardería y a la escuela, quién enfrenta dificultades y cómo habremos de ayudarle. Cuando no hay a quién contarle cómo me va, qué siento y cómo me fue en el trabajo. Cuando estoy agotada de ver a todos corriendo como locos a mi alrededor y yo de pie, me miro a mí misma, y los miro a ellos, un poco confundida.

Elegí pensar en ella (la festividad de Rosh HaShaná) lo menos posible, planificarla lo menos posible y solo cuando realmente me vea en la obligación de hacerlo. Elegí salir a pasear con mis hijos en la víspera de la festividad para sentir lo menos posible la atmósfera que envuelve a todos aquellos que me rodean.

No reflexionamos juntos, yo lo hago sola, hace ya varios meses, sin parar.

Me obligué a mí misma y a quienes me rodean a cocinar algunas cosas para sentir que yo también estoy en preparativos. Salí a comprar ropa estando totalmente extenuada, solo para poder quizás encontrarme con alguien que yo conociera. Cuando compré un vestido a un precio estrafalario me consolé pensando que el año pasado no dejaste de insistirme hasta que gasté una suma aún más elevada para adquirir ropa para la fiesta. Solo me apuré a hacer un cálculo rápido y di el diezmo de los ingresos…

Los llamados telefónicos y los mensajes de texto no paraban de fluir. ‘Que culmine el año junto con sus maldiciones’, ‘que comience un nuevo año junto con sus bendiciones’. ‘Que tengas un buen año’, ‘un año dulce’, ‘que tengas muchas satisfacciones de los niños’, ‘todo lo mejor’. Las personas buenas y conmovedoras se atragantan, se sienten perplejas y no saben qué bendición y qué deseo expresar tal que pueda resultar un consuelo. ¡Cuántas bellas bendiciones! Pero ninguna de ellas encierra la esperanza de aquello que yo anhelo.

Y Rosh HaShaná llegó en todo su esplendor. Me vestí bonito. Me miré al espejo y te escuché a ti detrás de mí diciendo: ‘¿Te has dado cuenta de lo bella que eres?’ ‘¿Ves que eres despampanante? Sencillamente te ves muy bien’. Eso, junto con el cansancio, me ayudó a no prestar atención a lo que me faltaba.

Recé, con la imagen de tu cuerpo en la cama del hospital presente ante mis ojos, del sacrificio que ofrecí sobre el altar, y mi compasión se sobrepuso para poder hacer la voluntad de HaShem con un corazón íntegro. Pues ya tuve el mérito de que se presente ante mí versículo «amarás a D’s con toda tu alma» y cumplirlo, aunque se lleve consigo mi vida. No me queda más que entender que es posible dejar sin efecto una sentencia adversa incluso después de que esta ya fue ejecutada. HaShem, por favor, dame mi parte en Tu Torá, pues cómo he de continuar revelando la completitud de Tu enseñanza estando yo quebrada y fisurada. Reina sobre todo el mundo con Tu gloria, Padre nuestro, Rey nuestro, manifiesta pronto sobre nosotros el esplendor de Tu reinado. Para ello, estoy dispuesta a darlo todo.

El día 3 de Tishrei salí. Los vecinos de abajo construían la sucá, esa que tú siempre les ayudabas desde arriba con el sejaj. Desde una de las ventanas se escuchaba una flauta que tocaba melodías de los Días Solemnes y un padre junto a sus niños pequeños comenzaban también a construir su sucá. Las vecinas hablaban de hacer comidas festivas colectivas, y yo me acuerdo de que en este mundo todavía existen los días del mes de Tishrei, y hay personas que aún perciben su aroma, su sabor y su melodía. Y yo, siento en toda su profundidad mi añoranza por aquel logró tocar la interioridad de mi alma, por aquel que un día como hoy, pero hace ocho años, se enamoró de mí por primera vez una segunda vez, al reencontrarnos tras aquella separación que resultó ser reversible”.

Cinco años más tarde

“Eliá, quizás ahora sea el momento de expresar lo que mi corazón siente en torno a este nombre, en torno a este prodigio que adoptó la forma de este bebé maravilloso. Quizás sea el momento oportuno de manifestar lo que significa para mí este obsequio increíble. Pensé quizás hablar en el Brit, pero no hubo un momento en el cual sentí que resultase apropiado. Parecería ser que el momento es ahora.

¡Este bebé que expresa tantas cosas! Sobre mi proceso individual, sobre nuestro proceso como pareja, sobre nuestro proceso como familia. ¡Tanto consuelo, tanta redención, tanta conexión! En todo momento supe que quería darle al bebé un nombre de consuelo y redención, de nuestro consuelo y nuestra redención particular, pero creo que se trata también de una buena nueva para la generalidad de la nación. Un anuncio de que la redención completa es posible y está al alcance de nuestras manos, que es posible hallar consuelo.

En Rosh HaShaná hace cinco años lloré por mi sacrificio individual, y desde entonces, cada año nuevo esa sensación se encuentra allí conmigo. La abnegada entrega que me fue impuesta se sumó a la de todo el pueblo de Israel a lo largo de las generaciones, una renuncia en aras de todas las grandes cosas en las cuales creo.

El maravilloso poema que solía cantar en lo de mi abuelo y emociona a todo el pueblo de Israel adquirió para mí un significado suplementario, personal. Hizo vibrar mi corazón y me enjugó numerosas lágrimas. Dice así: ‘Si tu alma se ha apegado a él en gran manera, levántate y obséquiamelo cual diáfana ofrenda; sobre la montaña desde la cual brilla sobre ti la gloria; del que amarra, del amarrado y del altar… Construyamos hoy hijo mío un trono para Él; entonces se elevarán el sacrificio y el ofrendante; y la luz de su día les parecerá noche;  y sus cuantiosas lágrimas fluirán potentemente; el ojo llorará amargamente y el corazón se regocijará… díganle a mi madre que su alegría se fue; el hijo que dio a luz a los noventa años se hizo fuego y se volvió porción del cuchillo; por favor, he de pedir que tenga consuelo, por favor; me aflige que una madre llore y gima… que no haya un mundo sin luna; que no haya mundo en el cual -clama el corazón- falten aquel que amarra, el amarrado y el altar’.

Este poema, que expresaba todo mi sentir, culmina con las prodigiosas y conmovedoras palabras: ‘Tú que resides en Tu recinto y en Tu juramento, recuerda Tu pacto, recuerda a la congregación atormentada y afligida, escucha los toques del Shofar -la tekiá, la teruá– y dile a Sion que llegó el momento de su redención, que envías a Inón (uno de los nombres del Mashíaj) y a Eliá (el profeta Elías que lo acompaña); al que amarró, al amarrado y al altar’.

Eliá mío, Eliá nuestro, aquel que el Kadosh Baruj Hú nos ha enviado. Recordó el pacto y nos dijo que llegó el momento de la redención.

Cuando volví al trabajo unas semanas después del atentado, comenzamos a enseñarle a los alumnos el poema “Ismaj Libí– mi corazón se regocijará” del Rav Kuk de cara al festival Kululam que llevamos a cabo a final de año. Cada mañana lo canté con mi salón de clase para que se lo aprendan bien. En fin, al menos intenté cantarlo. En este poema hay una frase que al decirla siempre me atragantaba y no tenía posibilidad alguna de evitarlo: “Mi corazón volverá a florecer y revivirá”. No sabía si ello sería posible. No sabía si mi corazón podría volver a vivir, y no solamente vivir marchito, ¡sino florecer!

Me fue concedido el privilegio de que mi corazón se abriera a la vida, floreciese y amase nuevamente la vida en este mundo; de que pudiese enamorarme de otro hombre, amar a nuevos niños y seguir deseando la vida aquí, con todo el sufrimiento que pasamos juntos en nuestro complejo proceso familiar. Me fue obsequiado el mérito de poder llegar a este momento en el cual pude pensar en traer más vida a este mundo, logré desear traer una nueva vida a este mundo.

Este privilegio trasciende lo que soy capaz de aprehender y entender. Trasciende los límites de la naturaleza.

Tuve el privilegio de que mi corazón volviese a vivir y a florecer. Como familia, tuvimos el privilegio de que nuestro corazón volviese a vivir y a florecer. El Dios de mi padre me trajo al profeta Eliahu, y a mi Eliá, a nuestro pequeño y dulce Eliá. Gracias HaShem”.

El estudio de Torá en la festividad

Es preceptivo incrementar el estudio de Torá en Shabat y en las festividades, tal como dijeron nuestros sabios: “Los Shabatot y los días festivos fueron dados al pueblo de Israel para que en estos se dediquen al estudio de la Torá” (Talmud Jerosolimitano Tratado de Shabat 15:3). El precepto de habitar la tierra de Israel y la redención del pueblo de Israel dependen también de este estudio, ya que, de otro modo, la Torá acusaría al precepto de habitar la tierra prometida. Esto es según lo que nuestros sabios dijeron: “La Torá le dijo al Santo Bendito Él: ‘Soberano del universo, cuando los hijos de Israel ingresen a la tierra prometida uno correrá hacia su viña, el otro correrá hacia su campo, y entonces, ¿qué será de mí?’ Le respondió: ‘Tengo para ti una pareja que te he de arreglar, se llama Shabat, en ese día los hijos de Israel cesan en sus labores y pueden dedicarse a ti’ (Tur Oraj Jaím 290). Sobre las festividades, nuestros sabios ya dijeron que nuestro maestro Moshé le instituyó al pueblo de Israel “que pregunten y estudien sobre la cuestión del día, las leyes de Pesaj en Pesaj, las leyes de Shavu’ot en Shavu’ot y las leyes de Sucot en Sucot” (Tratado de Meguilá 32(A)).

Por medio del estudio de los Shabatot y las festividades, la labor realizada por los hijos de Israel durante la semana se ve bendecida, y por ello, el hecho de que el pueblo judío se dedique a poblar el país no implica su abandono del estudio de la Torá, sino que por el contrario, por el mérito del asentamiento en la tierra de Israel tienen el privilegio de entender la Torá con mayor profundidad y de un modo más directo, y así la Torá se engrandece en todos los ámbitos del quehacer vital. A esto se refería el Ben Ish Jai cuando escribiera que una hora de estudio de Torá en Shabat supera a mil horas de estudio durante los días de la semana (Prólogo a la porción de lectura de Shemot año II).

Dedicar medio día al estudio de la Torá

En la práctica, nuestros sabios indicaron (Tratado de Pesajim 68(B), Tratado de Beitzá 15(B)) que se debe dedicar la mitad del día al estudio de la Torá tanto en las festividades como en los días semifestivos (Jol HaMo’ed) y en los Shabatot. “La mitad para Dios y la mitad para ustedes”, esto es, “medio día dedicarlo a comer y beber y medio día a la Casa de Estudio”. Así también se sentenció en el Shulján Aruj (Oraj Jaím 529:1, Beit Yosef 288:1). Hay quienes sostienen que se debe tener el recaudo de no dedicar menos que la mitad a HaShem, y el Rabino Jaim ben Atar escribió que quien dedique a HaShem menos de la mitad del tiempo, detentará en sus manos la parte que le corresponde a Dios a modo de hurto (Rishón LeTzión al Tratado de Beitzá 15(B)). Por su parte, otras eminencias opinan que no resulta necesario calcular las horas con exactitud y que se debe estudiar aproximadamente la mitad del día (Pri Megadim).

Quienes pasean deben procurar para sí una sucá

Quienes deseen salir de paseo con sus familias deben planificar el paseo de modo tal que puedan comer sus comidas en una sucá. En caso de que decidan ir a un sitio donde no hay sucot, deben tener el recaudo de no ingerir una comida importante o fija durante el paseo conformándose con comer frutas verduras y un poco de productos de harina horneados (mezonot) (esa es la opinión del Igrot Moshé Oraj Jaím 3:93, Rabí Shlomó Zalman Auerbach, Yejavé Da’at 3:47, ver Pninei Halajá Sucot 3:14).

 

 

 

 

 

 

 

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