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La singularidad del pueblo de Israel

Lo que diferencia al pueblo de Israel del resto de las naciones y creencias y le confiere su singularidad, es el deseo de hacer el bien al mundo entero.

El hilo conductor en la actuación de nuestros antepasados, tanto Moshé Rabenu como Rut la moabita, era la preocupación por el prójimo y por el mejoramiento de la sociedad.

El elemento central de la creencia israelita es la fe en la posibilidad de reparar cada detalle en la realidad y revelar la chispa Divina que en este anida, siendo esta la fuente del optimismo judío.

El reconocimiento de los valores de la Torá y los preceptos llevará a un proceso de crecimiento y florecimiento tanto económico como demográfico.

Un pueblo que desea más que ningún otro hacer el bien a todos los seres humanos, es sin duda el más singular de todos, y la fe que desea más que ninguna otra respetar y desarrollar todas las habilidades y disciplinas para conferirles significado y valor Divino – es la creencia verdadera.

 

A modo de introducción a la entrega de la Torá, corresponde ocuparnos de la singularidad del pueblo de Israel, ya que no es posible recibir la ley de HaShem sin comprender el valor único de la nación judía. El problema radica en que actualmente, los valores de la individualidad y de la igualdad ocupan el centro de la percepción moral, por lo que resulta difícil referirnos a nosotros mismos como un pueblo singular (am segulá) ya que todas las naciones supuestamente lo son. Esto es así especialmente después del Holocausto, en el cual el mundo entero aprendió que el nacionalismo como valor puede resultar peligroso, y entonces, ¿cómo podemos sostener que somos una nación especial y que además, en virtud de ello, tenemos el derecho exclusivo a la posesión de nuestra tierra?

Para mí, esta interrogante no es para nada abstracta. A veces, por las noches, ya acostado y antes de dormir, pensar en estas cuestiones logra quitarme el sueño. He aquí que me encuentro en la tierra de Israel y pienso que mi pueblo es singular y en otra parte vive un francés que también piensa así, y en otro sitio vive un árabe, un japonés o un chino que piensa lo mismo de su propia etnia. En efecto, los devotos de cada religión están seguros de que la suya es la creencia verdadera. ¿Cómo puedo entonces decir honestamente que nuestro pueblo es el más singular y nuestra religión la verdadera?

Por supuesto que conocía la respuesta más básica y conocida que se basa en la revelación Divina en el Monte Sinai tras la salida de Egipto, la larga historia del pueblo judío incluidas sus eras doradas y los abismos de su sufrimiento, todo lo cual lo aprendemos de las palabras de los profetas y los sabios.

Aun así, me seguía preocupando la cuestión moral, hasta que me tranquilizó el argumento de que el pueblo que desea más que ninguno otro hacer el bien a todos los seres humanos y a todas las naciones – es realmente el más singular de todos, y la fe que desea más que ninguna otra respetar y desarrollar todas las habilidades y disciplinas para conferirles significado y valor Divino – es la creencia verdadera.

En efecto, este es el documento de identidad del pueblo judío y esta es la cultura que acompaña a los miembros de nuestra nación aunque se hayan alejado mucho de la tradición, siempre y cuando se sepan judíos.

Los relatos fundacionales

Cuando nuestro patriarca Abraham, tal como nos describe la Torá, abrió su tienda al ingreso de huéspedes, no lo hizo porque ello le había sido ordenado o porque esperaba recibir algún tipo de recompensa a cambio, sino porque amaba a las creaturas y deseaba beneficiarlas. Así es como encontramos a Abraham y a su hijo Ytzjak dedicados a cavar pozos de agua, acción que reporta bendición, ya que de estos se extrae el líquido elemento que da vida a las personas y a los animales.

También nuestro patriarca Ya’akov trabajó fiel y diligentemente con el rebaño de su suegro, sin pretender obtener a cambio ganancia personal alguna, ya que buena es la laboriosidad que incrementa el bienestar en el mundo.

Otro tanto ocurrió con Yosef, que tenía todos los motivos del mundo para desahuciarse y odiar a todos los seres humanos, pero a cada sitio al que llegaba trataba de mejorar la situación de quienes le rodeaban, al punto de llegar a salvar al reino egipcio de una terrible hambruna.

Lo mismo pasa con los judíos contemporáneos, científicos y activistas en pro del mejoramiento social que tienen por objetivo contribuir al bienestar humano, continuando así el camino iniciado por los patriarcas.

Moshé Rabenu

Cuando Moshé salió del palacio del Faraón y vio un capataz egipcio que golpeaba a un siervo hebreo, y a pesar de saber que si lo defendía pondría en peligro su vida, golpeó al egipcio y salvó al oprimido, en virtud de lo cual perdió su estatus de príncipe de Egipto teniendo que huir rumbo a Midián.

También allí, al ver pastores que perjudicaban a las hijas de Ytró no puedo mantenerse indiferente y arriesgándose a involucrarse en una trifulca con los lugareños, luchó por el derecho de las jóvenes pastoras a su turno en el pozo de agua.

De esta manera, tuvo el mérito de elevarse y superarse hasta hacerse meritorio de liderar al pueblo de Israel y recibir la Torá en Sinai.

Rut la moabita

Cuando Rut la moabita, quien había enviudado y decidió abandonar su país natal para sumarse a su suegra Naomí en su retorno a Beit Lejem, procedió así en primer lugar porque no quería abandonarla en medio de su terrible sufrir. Naomí, que era una de las mujeres más vinculadas de Yehudá, estaba a punto de retornar a su patria derrotada, viuda de su rico marido y tras haber perdido a sus dos hijos. Rut se sintió en el deber moral de acompañarla y ponerse a su disposición. A raíz de ello, su corazón se abrió a la fe en HaShem, se convirtió al judaísmo y tuvo el mérito de ser la gran madre de quien habría de provenir la dinastía real de David.

Asimismo, nuestros sabios dijeron que los hijos de Israel poseen tres características:  son compasivos, esto es, sensibles al sufrir del semejante; son tímidos, o sea, temerosos del Cielo; y son generosos, o sea, desean beneficiar a las demás creaturas.

El pueblo de Israel y su tierra

Muchas personas no se percatan en qué medida la idea de la reparación y mejoramiento del mundo por medio del pueblo de Israel es un fundamento de nuestra Torá y es el objetivo final de nuestra nación. Por ello, en las revelaciones de HaShem a nuestro patriarca Abraham le prometió reiteradamente que su descendencia sería numerosa como el polvo de la tierra y como las estrellas del cielo y heredarían la tierra de Israel: «…en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Bereshit-Génesis 12:3). Otro tanto ocurrió con nuestro patriarca Ytzjak: «…en tu simiente serán bendecidos todos los pueblos de la tierra» (Bereshit-Génesis 26:3-4). Lo mismo pasó con nuestro patriarca Ya’akov: «y te extenderás al occidente, al oriente al norte y al sur y en ti serán bendecidas todas las familias de la tierra por tu simiente» (Bereshit-Génesis 28:13-14).

O sea, el cometido del pueblo de Israel es revelar, por medio de los valores de la Torá y los preceptos, la santidad de la tierra y de la vida práctica, lo cual incluye el enfrentamiento con todos los problemas difíciles y a partir de estos manifestar los valores Divinos en todos los ámbitos de la vida concreta, en los planos intelectual y emocional, en la vida espiritual y en la mundana, en la agricultura, la industria, el comercio, la ciencia, el arte, la literatura, la poesía, la música y la pintura, en la vida individual, en las relaciones maritales, en los vínculos parentales, fraternales y con demás parientes, en la vida comunitaria y en la vida nacional.

Ahora que retornamos a la tierra de Israel, nuestro cometido es materializar el objetivo último que nos encomendó D’s bajo la guía de la Torá, y en la medida en que tengamos el mérito de que los valores sagrados se afiancen más y más en nuestra vida, recibiremos una mayor bendición Divina que se manifestará de un modo natural.

La creencia del pueblo de Israel

Todo ser humano posee una fe natural básica, que en la mayoría de los casos se define como creencia en D’s, que es la fuente de toda vida, de los valores que le confieren a esta un significado grande y elevado y por los que vale la pena dedicar la vida para concretarlos.

En el pueblo de Israel esta fe se manifiesta en el hecho de que los judíos jamás se conforman realmente con una verdad o un bien limitados, sino que siempre aspiran a progresar y darle a cada cosa un profundo significado moral. Por ello, el pueblo de Israel fue el adecuado para recibir la Torá de HaShem, que está enraizada en el Infinito y siempre se puede comprender en ella ideas nuevas y significaciones ilimitadas.

La fe judía incluye la confianza en que es posible mejorar y elevar la realidad en todos sus componentes, y llevarla a un estadio superior. Esto es así, ya que en todo anida una chispa de Divinidad que, de revelarla por medio de la guía de la Torá y sus preceptos, podremos mejorar la realidad y hacerla avanzar. A estos efectos, es necesario que rechacemos la idolatría y todas las ideas socialmente aceptadas que limitan y molestan para poder continuar aspirando a reparar el mundo y mejorarlo.

Esta creencia es el fundamento del maravilloso optimismo del pueblo judío, el cual, a pesar del dolor y las penurias sufridas a lo largo de su historia, nunca perdió su fe en la posibilidad de un mundo mejor. En virtud de esta fe en el pueblo de Israel surgieron numerosos inventores y desarrolladores de ideas sociales y científicas, revolucionarios y emprendedores.

La bendición de la Torá y los preceptos

Si bien los milagros existen, la reparación verdadera del mundo ocurre sin que estos ocurran, siendo el ser humano creado a imagen de D’s aquel que yendo por Sus caminos, revela todo lo bueno de la naturaleza hasta que toda esta entona cánticos de alabanza y tanto el ser humano como la tierra extraen de su interior su fruto pródigo.

Intentaremos describir cómo este proceso puede ocurrir de un modo realista.

A partir de su reconocimiento a los valores de la Torá, el pueblo de Israel se fortalecerá en su fe, en su voluntad de reparar el mundo e incrementar bendición en todos los ámbitos de la vida.

Al entender el valor de la santidad de la institución familiar, más judíos se habrán de casar con alegría y amor, criarán numerosos hijos en hogares cálidos y estimulantes, por lo que el pueblo crecerá y florecerá tanto numérica como cualitativamente.

Por el mérito de la gran disposición a contribuir con la nación a través del servicio en el ejército y del asentamiento, la situación de seguridad del país mejorará.

Por el mérito del valor conferido al estudio, muchas personas dedicarán numerosos años de sus vidas al estudio de profesiones que les resulten adecuadas, por lo que la calidad de su desempeño laboral mejorará notablemente.

En virtud del reconocimiento del valor del cultivo de las ciencias, más judíos alcanzarán logros académicos y surgirán más científicos descollantes en sus diferentes disciplinas.

Gracias a la aceptación del valor del trabajo y la contribución a la reparación del mundo los trabajadores se alegrarán por su labor y trabajarán diligentemente.

Por el mérito de los valores de la rectitud y la verdad seremos más honestos en nuestras transacciones, y será más conveniente hacer negocios y conformar sociedades para desarrollar la sociedad y la economía.

Por el mérito del estudio significativo de la Torá en Shabatot y en días festivos, junto al deleite sabático en el seno de la familia, continuaremos reforzando todos los valores mencionados y nos inspiraremos para el desarrollo de la creatividad en todas nuestras acciones.

A partir del valor de la generosidad, muchos se esforzarán en desarrollar medios para ayudar tanto física como emocionalmente a las personas discapacitadas y heridas, tal que las habilidades de todos aquellos individuos que en virtud de su limitación no podían manifestarse, podrán revelarse y realizar un aporte nuevo y original a la sociedad.

Resulta entonces que ir por el camino de la Torá y de los preceptos incrementa necesariamente la bendición y la alegría en las familias, da inspiración al sistema educativo, confiere justicia y benevolencia a la sociedad, aporta significación y valor al individuo, innovación a la ciencia, fecundidad a las artes, laboriosidad y creatividad a la agricultura y a la industria, vigor a la economía y honestidad al comercio.

La redención

Si por el mérito de todo este bien, el Producto Bruto Interno de Israel crecerá en promedio tan solo un tres por ciento al año más que el promedio de los demás países desarrollados, el bendito crecimiento demográfico tendrá lugar de acuerdo a la guía de la Torá y el desarrollo científico en aras del bien de la humanidad continua avanzando de manera constante, en cuestión de pocas generaciones el pueblo judío que reside en su tierra sumará decenas de millones de miembros y liderará al mundo en el área de los valores, la ciencia y la economía.

En la medida en que avancemos y nos desarrollemos, los judíos de la diáspora ansiarán venir para sumarse al éxito, e incluso descendientes de judíos que se perdieron a lo largo de las generaciones por causa de las dificultades del exilio procurarán indagar sobre sus raíces y retornar tanto a su pueblo como a su tierra.

Entonces, un pueblo grande y numeroso anunciará la fe y la justicia en el mundo, abrirá caminos para una educación moral y para el desarrollo intelectual en beneficio de la humanidad, innovará métodos y tecnologías que prolonguen la vida y mejoren su calidad.

Se cumplirán así las palabras el profeta: «Y será en el final de los días que el Monte de HaShem se establecerá en la cumbre de las montañas y se elevará desde las colinas y fluirán a éste todas las naciones. Y acudirán muchas naciones y dirán – ascendamos al Monte de HaShem, a la Casa del D’s de Ya’akov para que nos enseñe de Sus caminos y andemos por Sus sendas, pues de Sion saldrá la Torá y la palabra de HaShem de Jerusalém» (Ishaiahu-Isaías 2:2-3).

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